El vino vivido, viaje a los confines de la producción, los entornos y su gente

Desde hace muchos años la curiosidad por el vino fue acumulando experiencias y disfrutes difíciles de hacer entender. Aunque debería ser sencillo. Simple. Y una manera es ver y entender cómo se vive el vino, cómo es vivido en otros suelos. Un viaje de pocos días para asistir a la Coprovi, en Cafayate, puede ser el más enriquecedor de esos aprendizajes y disfrutes del vino.

Llegar en auto, por Tucumán, habiendo probado las empanadas de allí, te adentra y te prepara para las sensaciones que despiertan el paso por Amaicha, Colalao y Tolombón (ahora sí en Salta). Los Valles Calchaquíes te abrazan.

La fiesta del vino comienza con una clínica, en Bodega Dale Borgo, un balcón de Cafayate, desde Animaná (a 5 minutos), rodeados de viñedos y con una moderna estructura, siempre con el cerro como telón de fondo. La noche pedirá comida y guitarra, por lo que debemos volver al pueblo y cenar en Doña Argentina (recomendadísimo), a poco más de una cuadra de la plaza. Las canciones correrán por cuenta de un lugareño y a la carta.

Una feria de emprendedores en Bad Brothers Wine Experiences pondrá en valor ambas partes, en la mañana del sábado (desde las 10). Imperdible lugar que combina lo colonial, lo moderno y un patio con cascadas y vides.

La noche comenzará apenas a las 18, cuando todavía la tarde no cede en el predio Cabras de Cafayate. Gran carpa para degustación de los vinos del año, juegos, complicidades y placeres de momentos compartidos. Mientras, al fondo del patio los fuegos preparan la cena. Tablas de quesos y embutidos, empanadas de varias especialidades, pinchos de langostinos con jamón crudo y ananá, sandwich de bondiola, de vacío y hamburguesas... En la larga mesa, los vinos del año y cada tanto joyas y más joyas (alta gama) que se fueron apareciendo y consumiendo. En tanto, cuando sirvieron los mini cheesecake, la carpa ya estaba despojada de mesas y sillas, las luces y la pantalla sumaron el volumen a propósito del DJ de turno y las 300 personas se entregaron al baile, sin descuidar su copa y que en ellas no faltaran los elixires de uvas calchaquíes... Agua, hielo para seguir enfriando y la vista de águila para no dejar pasar una de esas etiquetas que no se prueban muy seguido.

Como lo dijeron apenas llegamos a cada evento, ansiosos por degustar y evaluar, porque n eso está el convite también: Vayan a disfrutar, dictó el Rafa Domingo. Y vivimos cómo se vive el vino en esta parte del norte del país, junto a los vallistos y amantes enófilos que llegaron desde todo el país y el Uruguay.

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