La oposición, sin candidato ni proyecto común

 Mientras se aguarda la inminente definición de Martín Gill, para conocer si vuelve a la intendencia o renuncia, en caso de que no consiga los votos para prorrogar su interminable licencia, la oposición atraviesa su propio momento de desconcierto. Sin candidato firme ni un proyecto unificador, lejos están sus dirigentes de plasmar en el ámbito local la formidable diferencia conseguida por Juntos por el Cambio en la elección nacional de noviembre.

 En política resulta muy difícil capitalizar votos de otros, ninguna elección resulta igual y menos si son de naturaleza distinta. Si mañana fueran las elecciones municipales, ningún candidato opositor local podría alcanzar o superar el 50% de los sufragios que hace tan solo un mes obtuvo la fórmula Luis Juez- Rodrigo De Loredo. Ni siquiera el mismo sello garantiza un resultado similar. Los partidos políticos per se, otrora duelos en las urnas entre peronistas y radicales, marcan un piso muy bajo de fidelidad. Hoy, tal cual marcan las urnas, las encuestas y las identificaciones de los ciudadanos, el voto independiente se consolida en el universo de los sufragantes.

 Por eso, en Córdoba se vota en sentidos opuestos en comicios municipales, provinciales y nacionales, así transcurran con meses de diferencia. La identificación partidaria ya no define elecciones. Si así fuera, la oposición villamariense de Juntos por el Cambio ya estaría preparando el arribo al Sillón de Viñas en 2023. Pero la praxis política tampoco responde a jurisdicciones ni los votantes piensan lo mismo de los dirigentes así pertenezcan al partido que ganó en contiendas provinciales o nacionales. 

 En Villa María ni siquiera se conformó la mesa de Juntos a pesar de la promesa de hacerlo antes de que culmine el 2021. No hubo festejos compartidos el 14 de noviembre ni fotos victoriosas. Cada partido asegura apostar por la unidad, aunque lejos están de conseguirla. El peronismo atraviesa su propio huracán interno, con acusaciones cruzadas entre gillistas y accastellistas. Pero esa fragmentación profunda en el oficialismo (que se expresa por estas horas en la discusión por la licencia) no acumula ninguna ganancia en los sectores opositores que miran el partido de afuera sin capitalizar nada en forma contundente.

 La Unión Cívica Radical (UCR), el Pro y el Frente Cívico tienen su propia agenda, sus propias ideas y candidatos. Cada uno propone una fórmula de resolución de conflictos. Cada uno tiene sus proyectos de ciudad. Cada uno sabe cómo elegir un candidato. El problema es la falta de diálogo, de proyecto común y de dirigentes que generen el consenso de los pares. Sino pasa entre los militantes, mucho menos en la sociedad que no reconoce una alternativa. “La oposición no tienen candidatos”, es la frase más común que repiten empresarios, vecinalistas, trabajadores, dirigentes sociales. La única cohesión que se exhibe es el Concejo Deliberante entre sus cinco ediles.

 El radicalismo siente en la ciudad la división nacional, profundizada tras las Paso. El juecismo volvió al ruedo con el triunfo del mismísimo Juez, pero no logra equipar el peso de los socios mayoritarios. Y el Pro tiene un candidato definido, Darío Capitani, que no genera consenso en los otros partidos. 

 “Esta idea del Pro de Capitani o Capitani, imposibilita cualquier negociación. Hay que elegir a los mejores candidatos, inclusive puede ser Capitani, pero con un método de selección que no sea la imposición”, afirmó un dirigente juecista en off de record. “El radicalismo va a tener su candidato, le guste o no Capitani”, aseveró otro dirigente radical. “Se trabaja en la candidatura de Darío, día a día, recorriendo barrios y casas, es nuestro trabajo político”, retrucan desde el macrismo.

¿Licencia sí o no?

 El accastellismo salió a presionar públicamente a Gill para que vuelva a la intendencia o renuncie y convoque a elecciones. Lo dijo el propio Eduardo Accastello. Gill mostró en sus redes una foto con el jefe de Gabinete, Juan Manzur, para dejar en claro que el funcionario nacional intercede ante el Gobierno provincial para revertir los votos de los ediles Daniel López y Juan Carlos Cladera. Con las expresiones públicas del accastellismo a horas de la finalización de la cuarta licencia, la modificación de esta decisión ya entraría en el plano de lo inverosímil. Los votos opositores seguramente mantendrán la misma postura respecto a las licencias anteriores. Por lo cual, y de no suceder nada extraño, con negociaciones en otras esferas que puedan modificar un resultado casi puesto, Gill deberá optar por retornar al Sillón de Viñas y completar el periodo hasta 2023 o renunciar o convocar a elecciones. Esta última opción ya fue descartada de plano por varios de sus funcionarios. 

 Por ahora no entró al Concejo Deliberante el pedido de prórroga de licencia. Sin los votos, ¿llegará? Se expondrá el propio Gill a una derrota en el cuerpo deliberativo o confiará en las gestiones que hasta último momento realice la Casa Rosada ante el Gobierno provincial. Que prevalezca, de una vez por todas, la voluntad popular y los mandatos de la Carta Orgánica Municipal (COM). La voluntad de un dirigente no puede estar por encima de los votos y la Carta Magna.

Martin Alexis Alanis.

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