Todos estamos preocupados por el hoy. Es lógico, para muchos la supervivencia empresarial está en juego en este momento. Y todos sabemos que no se puede pensar en el futuro si estamos frente a un peligro inminente.
Ahora bien, cualquiera sea la condición en la que salgamos de la cuarentena y de sus consecuencias, potenciadas por la propia crisis argentina, habrá un después.
Ese después llegará, no tenemos seguridad de cuánto falte, pero lo que es seguro es que será para todos (los que sobrevivan y los que tengan que empezar de nuevo) el verdadero desafío.
Porque ese será, realmente, el primer día en que nos enfrentaremos a un mundo que será distinto. Es cierto que en apariencia podrá parecer que no ha cambiado mucho, pero habrá cambiado algo fundamental, habrán cambiado muchísimos de los comportamientos del ser humano. Y de su relación con la tecnología, que será uno de los grandes vectores de ese cambio.
Pero todos estamos rogando que esto pase, para volver a la normalidad. Y (esto es a la vez aterrador y desafiante) ya no nos encontraremos con la normalidad tal como la era cuando todo esto empezó. Incluso ya tiene nombre y se le dice: “the next normal”, la próxima normalidad, y eso se debe a que empezaremos a operar guiados por nuevos hábitos, nuevas costumbres, herramientas, conocimientos, rechazos, posibilidades, comportamientos y hasta nuevas creencias.
Y si cambia el mundo, la gente, los países, cambia el intercambio, cambia el comercio y cambiará el marketing. Tantas veces dijimos que nos costaba aceptar que no veíamos el avance del comercio digital y sin embargo ya nos estaba afectando de un modo silencioso, pero notable. Y ahora ya no será silencioso, ni nos esperará a que nos tomemos el tiempo de aceptarlo para adaptarnos. Ya está acá, como otras nuevas realidades, al punto que, según los especialistas, la adopción de comportamientos digitales se ha adelantado en algo así como 5 años.
No es normal (al menos no lo era en 2018 o 2019) ver abuelos hablando con sus nietos por Zoom, no es normal alumnos cursando sus estudios, con altísima exigencia académica, en su habitación o en la cocina de casa; no es normal tomar cualquier tipo de entrenamiento, a cualquier hora, desde el patio… Y ahora será “lo normal”. De un plumazo nos enseñaron que la escuela no es un edificio, que el gimnasio no es un salón, que la cercanía y el afecto no son físicos, solamente.
Y eso nos lleva a replantearnos (ahora, ya) qué necesidad satisfacemos. Y cómo, por ejemplo en el caso de un gimnasio, debe ser nuestro modelo de negocios. Qué vendemos, qué nos compran. Cómo empezarán a consumir mis servicios ahora, en esto que se está volviendo normal, entrenarse en la casa; porque ya lo aprendimos, nos dimos cuenta que se puede, que hay tiempo y nos gusta. Y yo, hipotético dueño de un gimnasio, ¿Cómo me adapto a esa nueva realidad?
Lo que se viene es un cambio formidable, cambio que requerirá algunas condiciones imprescindibles: La cabeza abierta, los replanteos, el ánimo de cambiar, el soltar el pasado, el creer.
Lo que viene dará vuelta, en buena parte, el tablero de juego empresarial. Desaparecerán empresas, aparecerán miles de start-up para responder a las necesidades que quedaron sin cubrir por las desaparecidas y, sobre todo, para responder a las nuevas necesidades.
La venta tiene tanta historia como el mundo civilizado y no dejará de ser la fórmula de intercambio, pero cambiará el modo y aparecerán nuevas formas de vender, de entregar, de dar servicio. Y ahí es donde tenemos que tener la cabeza abierta, el ánimo de replantearse como cambiar, cómo hacerlo.
La venta tiene tanta historia como el mundo civilizado, pero ahora no será venta si no está embebida en lo digital. Ya no podremos ser, demasiado tiempo más, si no somos, además de lo que somos, digitales. En términos de empresa, negar esta realidad, es “bajar las persianas”.
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