Un voto por el diálogo y el consenso

Un voto por el diálogo y el consenso

 Las urnas dejaron un fuerte mensaje y una enorme oportunidad para la clase política en la Argentina. Si la dirigencia, oficialista y opositora, entiende el contenido del voto emitido por el 72% de los argentinos habilitados para sufragar, podrá alumbrar un periodo de diálogo y consenso imprescindible para la nueva etapa del país.

 Una elección nacional deja tres dimensiones posibles de análisis: el primero de índole nacional, por la característica misma del comicio; el segundo provincial, dado que gobernadores y dirigentes distritales (en general) eligen a los candidatos; y tercero municipal, para medir el nivel de tracción de intendentes y autoridades locales. Vamos a lo central de cada enfoque.

 En la dimensión nacional, el resultado ratificó el liderazgo de las dos grandes coaliciones partidarias, el Frente de Todos y Juntos por el Cambio, aunque ya no estarán (tan) solos en el concierto del Congreso Nacional. Necesitarán de los partidos provinciales y minoritarios para sesionar y aprobar leyes a partir del 10 de diciembre.

 En la Cámara de Diputados, según el escrutinio definitivo, el oficialismo nacional conservó la primera minoría con 118 legisladores. Juntos por el Cambio, en tanto, alcanzó los 116. Ambos bloques se encuentran lejos de lograr el quorum de 129 en cualquiera de las leyes que a futuro se debata en la Cámara Baja. Allí entrarán en juego los partidos provinciales o minoritarios para torcer la balanza hacia un lado u otro.

 En la Cámara de Senadores, por su parte, el peronismo perdió por primera vez desde 1983 el quorum propio. El escenario en la Cámara Alta es de paridad, 35 a 31, con 6 legisladores de partidos provinciales que inclinarán la votación en un sentido u otro. En el Senado, los gobernadores negocian directamente con la Casa Rosada, no es tan así en Diputados. 

 En la imposibilidad fáctica de imponer leyes sin dialogar ni consensuar en las dos cámaras radica la verdadera fortaleza de este tiempo. En las encuestas, el 80% de la población pide diálogo y consenso.

 Traducción: convivencia democrática, acuerdos y políticas de Estado. No se trata de arriar banderas ni dejar de representar determinados sectores de la población, se trata de poner adelante el bien común por sobre los intereses partidarios y sectoriales. Es un desafío que la dirigencia política deberá asumir con suma responsabilidad en un momento histórico de crisis económica y sanitaria global y local.

 El resultado le dio un poco de aire al Gobierno. Lo dijimos en esta columna. Los gaurismos en la provincia de Buenos Aires condicionan el análisis posterior por la magnitud del caudal electoral (38% del padrón). El kirchnerismo recuperó votos y quedó apenas a un punto del macrismo. Cualquier encuestador diría que es “empate técnico”. De hecho, cada espacio ubicó 16 legisladores por la provincia. En el total nacional recortó dos puntos respecto a las Paso, 41 a 33. Perdió, sí, aunque no con la contundencia que se esperaba tras las Paso. El presidente Alberto Fernández habló de “segunda etapa” y relanzó el Gobierno en Plaza de Mayo ante una multitud.

  Para la oposición, el desafío será conservar la unidad y mostrar que aprendió de los errores del pasado reciente. Celebró en las primarias, pensó un triunfo mayor en las generales. Igual ganó de manera clara y promete dar pelea en dos años. Las internas propias le pueden jugar una mala pasada. Ahora, tienen la responsabilidad de acompañar la salida de la crisis con leyes que ayuden a las mayorías. El 2023 queda muy lejos. El escenario queda abierto.
 
Provincia
 
 En el plano provincial, Juntos por el Cambio alcanzó seis diputados y dos senadores. La ventaja sobre las dos listas peronistas no reviste otro análisis posible que señalar una contundencia extraordinaria en las urnas. Treinta puntos de diferencia representan una elección atípica, pero que de ninguna manera configura un escenario victorioso para el 2023. Ya pasó en 2017, con guarismos similares, aunque dos años después la oposición terminaría abajo por 35 puntos en la elección más amplia del peronismo cordobés sobre sus competidores.

 Hacemos por Córdoba y Juntos por el Cambio comparten la misma base electoral. En comicios nacionales se vuelca hacia “los amarillos”; en los provinciales hacia el peronismo schiarettista. La particularidad del próximo turno: en 2023, Schiaretti ya no podrá buscar una nueva reelección y el PJ deberá barajar y dar de nuevo. La oposición, envalentonada, y con candidatos competitivos, tendrá la difícil misión de sostener la unidad y generar un proyecto de provincia creíble y serio.

Municipio
 
En la esfera local, la oposición evidencia hacia el futuro el mismo desafío que en el plano provincial: unidad y proyecto común para ser competitivos en las municipales. Ni siquiera hubo festejo compartido el pasado domingo, cada espacio político celebró en su bunker. Por ahora no se les observa ningún hilo conductor, cada partido continúa atiendo su juego y el tiempo pasa. El 50% de las urnas nada anticipa sobre un posible triunfo local, al contrario, nadie ha podido capitalizar semejante resultado. Sin líderes y sin proyectos a la vista, el desafío parece aún superior al provincial. 

 Al peronismo, por su parte, con 38 puntos entre los dos espacios políticos, el Frente de Todos y Hacemos por Córdoba, 20 y 18 respectivamente, le queda una enseñanza: la división solo los puede conducir a la derrota. La unidad sobre la hora y atada con alambre le permitió a Martín Gill ganar la elección municipal con holgura en 2019. No hubiera sido posible sin el acuerdo con Eduardo Accastello. Lo demuestra esta elección nacional, más allá de la naturaleza de la contienda.

 Accastello ahora dice que encabezará una coalición de partidos para retornar al Sillón de Viñas y plantea un escenario electoral para marzo de 2022. Gill no definió si continuará en la Secretaría de Obras Públicas, asumirá como diputado o regresará a la intendencia. Y la oposición no cree que se convoque a elecciones en el corto plazo. Una marea de incertidumbre que golpea la institucionalidad, la gestión y la vida política de la ciudad. En la decisión de Gill estará la llave para ordenar el mamarracho institucional que él mismo generó en diciembre de 2019.

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