Para que comas bien

En Malevo son coherentes con el espíritu de los bodegones, porque en cada plato se ve el esfuerzo porque sea abundante y no pierda por ello la elegancia. Unas pistas de la nostalgia, o esos recuerdos un tanto desordenados del alma o el amor por las tradiciones, los caballos o los viejos almacenes tipo ramos generales, vigilan las mesas en el salón.

Una mesa cerca de la ventana. El plato característico podría ser una de las terribles milangas, para medir la profundidad del estilo, como invocando los más enigmáticos espacios de esa línea, pero el cocinero ya acordó un bife de chorizo. Lo vamos a compartir, pero nuestra pequeña invitada va por pastas, unos panzotis especiales (muy especiales) de cordero con salta de champiñones. Una invocación a las buenas producciones de una reconocida casona de la ciudad.

Atendemos la sugerencia de una entrada, con una provoleta, que bien fogoneada a la plancha y con unos tomates asados y aceitunas, además de unos simpáticos cascarones que a primera vista no me convencen, pero encajan por textura y redondean un paso para disfrutar de a tres, con una copa de vino (ventaja también, como la gaseosa tamaño familiar).

En la mesa de atrás pidieron trucha al limón con papas españolas y es inevitable observar la presentación y la contundencia que se festeja cuando llega Emanuel, el mozo que domina el salón con esos dotes serviciales y amables, innatos y enriquecidos por la experiencia.

El bife de chorizo aborda la mesa de la mano de él, en un plato acompañado con una ensalada de rúcula y cherrys, y suma una sartén con Papas Malevo: fritas en bastones con un copete de cebollas caramelizadas y morrones. Todo es abundante. La carne está el punto entre jugoso y cocido, por lo que vamos saboreando y cruzando tenedores para probarnos todo.

Y al final, sin dejar de mirar el salón, caeremos en la cuenta que habrá que aprender a calcular, porque a pesar de haber compartido, dos platos y una entrada, fueron mucho para tres.

El cocinero, Nico, se aposta en el mostrador y observa. Fue ayudante de Pablo Noriega en Marie (el restaurante del Hotel Amerian Villa María) y asegura que aprendió mucho sobre el despacho. Su consulta es simple: “¿Comieron bien?”. No le dejamos dudas. Ya lo había preguntado Emanuel y recogió nuestros elogios mientras alcanzamos los platos.

Nos quedamos mirando y cada objeto que encontramos en el salón, recuerda un pasaje de la vida. De la tuya, de la mía o la de tu tío. El espíritu de restaurante moderno con alma de bodegón, se completa con los platos sustanciosos. Y Lucía, la compañera de Pablo, se niega a guardar su duda: “¿Comieron bien?”. Porque esa, está claro, es la consigna, que guarda el todo de pasar un buen momento.

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