Primera minoría no es sinónimo de hegemonía
El Gobierno de Javier Milei, con la fuerza de los votos de octubre, y luego de alianzas con otros partidos y acuerdos con gobernadores, se alzó con la primera minoría en la Cámara de Diputados, el órgano legislativo que representa al pueblo. Sin embargo, en la primera sesión con la nueva conformación parlamentaria, el propio sistema democrático le dejó claro que primera minoría no es sinónimo de hegemonía.
Una de cal y otra de arena para el gobierno durante la madrugada del jueves. Porque aprobó en general el Presupuesto 2026, una herramienta imprescindible para la gobernabilidad y que ningún ejecutivo debería privarse de contar con ella. Milei lleva dos años sin presupuesto, prorrogando en dos ocasiones aquel vigente de 2023, sancionado en la era Fernández-Fernández-Massa.
Pero, al mismo tiempo, la oposición “dialoguista” le dejó en claro que la primera minoría no es suficiente para aprobar leyes en un contexto donde las mayorías parlamentarias han desaparecido hace tiempo del congreso argentino. Los mismos que acompañaron en general, luego rechazaron o se abstuvieron en artículos claves (más allá que se votó por capítulos) como la derogación de las leyes de financiamiento universitario y discapacidad.
Y hay cierta lógica en el razonamiento de los diputados. Si hace un par de meses votaron ambas normativas, y luego las ratificaron tras el veto presidencial, por qué ahora cambiarían de opinión. Ganar una elección no significa hacer lo que se quiere. Por el contrario, la responsabilidad principal la tiene el oficialismo y su ambición debe encontrar límites propios (saber hasta dónde se puede y hasta dónde no) o ajenos (como sucedió en la votación de estos artículos).
El Gobierno ya anticipó que introducirá cambios en la Cámara de Senadores para asegurar el equilibrio fiscal.
Milei goza una popularidad muy importante tras los comicios de octubre, con una oposición diezmada y golpeada. Cometió errores no forzados en los dos primeros años de gestión, que lo pusieron contra las cuerdas a mediados de año y sobre las elecciones. La gente lo rescató en las urnas, le renovó la confianza y hoy atraviesa su mejor momento en términos de imagen. Al punto que se anima a impulsar una ambiciosa reforma laboral, que en otro momento hubiera sido imposible (la discusión paso para febrero, según anunció Patricia Bullrich ante la falta de consenso en la Cámara Baja).
Para que se sostenga esa popularidad, además de bajar la inflación y mejorar los ingresos, debe mostrar apertura al diálogo, consenso y negociación con otros sectores políticos. Los gobernadores, en general, han demostrado que quieren ese camino. Pero no todo puede ser avalado. El financiamiento de las universidades y el sostenimiento de los programas de discapacidad son temas muy sensibles en la comunidad, que es incomprensible que no se apliquen y que además se busque la derogación.
Como lo sostenemos hace mucho tiempo en estas columnas, el gobierno de las mayorías no arroja nada positivo con el paso del tiempo, tienden a desgastarse con la sola intención de imponer su mirada sobre la de los demás. Un gobierno de primeras minorías parlamentarias que abre el diálogo y el consenso con bloques minoritarios, no solo aprobará mejores leyes y bajará la conflictividad política, sino que además se emitirán señales importantes de que -realmente- se puede pensar distinto, acordar y gobernar para todos.
Martín Alexis Alanis.