Solo las urnas dicen la verdad

Lo más difícil en el análisis político es aceptar y reconocer que la realidad social puede ser bien distinta a la que nosotros deseamos. Es muy fácil caer en la tentación de arrogarse “la verdad”, como si nuestras intenciones, miradas y deseos fueran las del conjunto. Cuántas veces hemos escuchado un análisis, sobre todo en la previa de cualquier elección, que luego no se verifica en las urnas. Diría, todo el tiempo. Les pasa también a encuestadores, economistas, sociólogos, politólogos, etcétera.
También a los periodistas. Todos hemos incurrido en el error de pensar que nuestra visión es “la posta”, que lo sabemos todo y que lo podemos predecir todo. En la mayoría de los casos involucramos nuestra ideología política en el análisis. Tomamos solo una parte de la realidad para opinar del todo. No es fácil tomar distancia, es cierto, porque en definitiva una opinión política es plantear una mirada del mundo.
Pero -a su vez- aceptar que es una mirada del mundo también es admitir que puede haber otras. La realidad (que es la única verdad) luego termina confirmando o refutando nuestras reflexiones/predicciones.
¿Por qué digo esto? Porque lanzar un posible resultado electoral para octubre, a dos meses del comicio, con la reciente conformación de las listas y un debate político que se profundiza en el Congreso Nacional en torno a una variedad de temas, es prácticamente faltarle el resto al lector. Nadie está en condiciones de arriesgar nada. Lo que nosotros pensamos que puede suceder en las urnas es absolutamente irrelevante. Porque, sencillamente, no estamos en la cabeza de cada elector.
Hay varios factores para tener en cuenta: la mayoría de la gente ni piensa en elecciones, solo en salir a trabajar todo el día para llegar a duras penas a fin de mes; el microclima de la política no es el clima del ciudadano de a pie; el grueso de la población se informa en la última semana de candidaturas y propuestas; el número de electores se viene cayendo elección tras elección (lo que condiciona el resultado); el voto se define por la propia realidad y no tanto por lo que ve o escucha en los medios; y -sobre todo- porque el sufragio tiene un altísimo componente emocional: enojos, alegría, frustración, fanatismo, esperanza. Eso no lo mide ninguna encuesta cuantitativa de último momento y mucho menos un periodista político.
Sí se pueden trazar líneas gruesas de análisis, que lejos están de adelantar o suponer un resultado: no hay dudas que la disputa nacional es libertarios versus peronistas/kirchneristas; han nacido nuevos espacios de centro en muchas provincias; más una enorme atomización de partidos y candidatos (solo en Córdoba habrá 18 listas para elegir diputados nacionales).
Está claro que los polos ideológicos conservan un importante caudal electoral, en torno a los 30 puntos, pero otro porcentaje similar cambia su voto en función de la realidad económica del momento. Les da lo mismo votar a Macri, Cristina o Milei, pasó en los últimos 10 años. Es el voto independiente, desideologizado, que puede estar en cualquier lado de la grieta según el contexto. Por ahora pocos se vuelcan a los espacios de centro, tal vez la aparición de Provincias Unidas (la nueva alianza de gobernadores) pueda revertir esta situación al menos en estas elecciones legislativas.
En el caso de Córdoba, el peronismo encabeza la lista con el exgobernador Juan Schiaretti. Pone lo mejor. Y enfrenta a una ignota lista de La Libertad Avanza, del cual no se conoce prácticamente a ninguno de sus integrantes. No hay equivalencias en el peso específico de Schiaretti y los libertarios cordobeses, aunque quién puede afirmar que el exgobernador va a ganar con comodidad. Nadie.
Porque la apuesta de los libertarios es que se vote la marca, “el proyecto del Presidente Milei”, sin importar quién está en la nómina. Nadie se lo va preguntar tampoco. Schiaretti tiene un desafío complicado: compite contra nadie, pero a la vez contra Milei.
Si pierden, los libertarios dirán que la lista provincial no acompañó y exculparán a Milei; si ganan, dirán que el Presidente -sin estar en la lista- le ganó al PJ cordobés. No tienen nada que perder. El peronismo sí arriesga mucho su capital con una lista muy política.
Entre los dos espacios, muy probablemente, se lleven 8 bancas.
También habrá que esperar cuántos votos puede alcanzar Natalia de la Sota, si Ramón Mestre y Pablo Carro pueden meterse en la discusión por una banca, qué porcentaje lograrán los partidos minoritarios y si la gente irá o no a votar. Las elecciones provinciales en otros distritos en este 2025 apenas arañaron el 50 o 60%. Es un tema a tener en cuenta.
Por eso, no hay que dejarse engañar. Solo escuchar, reflexionar y luego votar. A los periodistas nos queda la responsabilidad de no arriesgar pronósticos basados en encuestas manipuladas y ser rigurosos en la mesura. El resultado solo se conoce el 26 de octubre y no antes. Plantear dudas, escenarios, es válido. Arriesgar un resultado, sean en Córdoba o en todo el país, es un simple acto de arrogancia.
Martín Alexis Alanis.