Transformando comunidades

Transformando comunidades

La Universidad Nacional de Villa María cumple 30 años de vida, un hito importante en la historia de nuestra ciudad y región. Para hablar del camino recorrido, su presente y proyectos futuros, entrevistamos a su rector, el abogado Luis Negretti.

Para comenzar ¿Podemos hacer una evaluación en números de la Universidad Nacional de Villa María? 
La Universidad Nacional de Villa María tiene doce mil estudiantes. Ocho mil graduados y mil trescientos trabajadores (novecientos cincuenta docentes y trescientos cincuenta no docentes). 

De los graduados más del 85 por ciento son el primer graduado de la familia. La Universidad tiene un campus de noventa y siete hectáreas y con más de veinte mil metros cuadrados construidos. Se suma el campus en Villa del Rosario con la carrera de Veterinaria que ya tiene 18 años. Pero no solo son números, representan realidades y transformaciones humanas. Representan miles de realidades que transforman comunidades.

¿Qué es lo más destacado que queda en estos 30 años? 
No es fácil resumirlo porque hubo etapas en donde los protagonistas cumplieron con un rol que posibilitó que los que vinieron después pudieran asumir otros desafíos, sobre la base de lo ya construido. Fue importante lo que hizo el contador Carlos Domínguez y su equipo en su momento en términos de infraestructura, con la compra del campus y el articulado de las cuestiones administrativas. Es decir, en el armado general de una universidad. Fue la plataforma para lo que vino después. Pero lo más destacado de Domínguez fue poner en funciones la Universidad desde lo académico.

La UNVM empezó con 13 carreras, con un movimiento académico fuerte, demostrando una incipiente actividad de consolidación de las carreras, pero también una actividad de investigación y extensión. Después vinieron otras etapas donde quienes siguieron pudieron atreverse a otro desafío sobre lo construido.

La pandemia fue un quiebre en muchos aspectos. Luego de transcurrida ¿Qué reflexión deja?
Creo que la pandemia influyó a mediano y largo plazo. Es difícil decir que una tragedia trajo aparejados beneficios, pero lo cierto es que en materia de educación superior introdujo en las universidades el uso de herramientas prácticamente desconocidas. Nosotros veníamos bregando por el uso de ciertas tecnologías y lo habíamos hecho con poco éxito. Aulas virtuales, plataformas. Pero a partir de 2020 con la obligación de usarla, los docentes no solo aprendieron, sino que perdieron el miedo y hoy todos abonan por usar más tecnología, no solo para mediar en los procesos educativos, sino para complementarlos. Y esto abrió la puerta de la educación a distancia, un rubro que la universidad quería desandar en los últimos años y que lo hacíamos de a poco antes de 2020, pero la pandemia permitió que avanzara.

Por ejemplo, hoy el 20 por ciento de los ingresantes son de carreras a distancia, cuando antes era un número ínfimo y estoy seguro que ese número va a seguir incrementándose con nuevas propuestas académicas u otras que puedan surgir. Hay un público que está deseoso de aprovechar la oportunidad de hacer una carrera simultáneamente a su trabajo o que vive lejos.

¿Cómo ven los desafíos de la universidad para el mediano y largo plazo?
El principal desafío es adecuarse a los vertiginosos cambios sociales, culturales y tecnológicos. Las universidades, lejos de ser unas instituciones dinámicas, son conservadoras y reacias a los cambios. Las grandes transformaciones en occidente, muchas de esas, no se produjeron en el ámbito universitario, sino fuera. Luego la universidad las redimensionó. Le pudo dar un contenido. 

Ahí está el desafío, porque el mundo laboral es diferente y las exigencias también lo son. Hay  otras necesidades, otras inclinaciones, otras preferencias y hay que adecuarse como institución. En ese sentido hay que estar atentos analizando el día a día de los cambios, que son profundos. Además, hacer hacia adentro las modificaciones oportunas, poner en marcha las cuestiones que son necesarias. Sabiendo que hay una esencia que no puede cambiar: la formación de profesionales y personas en su integridad. Una formación para encarar una vida cada vez más compleja, independientemente de las técnicas que aprendan.

La tecnología es un desafío y una potencialidad, cómo procesar esa información que se tiene al alcance de la mano. Cómo hacerlo más útil. Cómo, desde lo humano, le damos la mayor utilidad, por ejemplo, a la Inteligencia Artificial desde el punto de vista ético y moral, ese es el desafío hoy de las casas de altos estudios.

¿Cuáles son las prioridades hoy en un contexto diferente a los anteriores?
Creo que por primera vez en 30 años la prioridad es conservar las conquistas o logros conseguidos y resulta difícil pensar en nuevos desafíos porque el contexto condiciona. De tanta restricción hace que tratemos de defender lo logrado. Siendo consciente que se puede crecer e innovar pero las condiciones hoy no son las mejores. Por el deterioro de los salarios de los trabajadores y también de un socio estratégico de la universidad que es el Conicet, que hace que los procesos más innovadores estén perdiendo fuerza y es una pena porque cuestan varios lustros poder encaminarlos. Para recomponer se necesita de tiempo e inversión. Aunque en este contexto la universidad sigue funcionando.

¿Cómo ve la inserción y la relación con Villa María y la comunidad regional?
Creo que una de las características de esta Universidad es que buena parte de sus objetivos académicos siempre tuvieron una mirada de cara a la comunidad. Esto tiene un efecto inmediato, aunque hay algo que nunca termina de concretarse, hay que trabajarlo cotidianamente. La universidad tiene que estar atenta a las nuevas exigencias de la comunidad. Hoy, por ejemplo, existe una gran necesidad de la población en contar con herramientas para el mundo del trabajo y nos estamos ocupando en ello, no sólo para los jóvenes de 18 años.

Ante este nuevo escenario político, económico y social ¿Cuál es la actitud del sistema, que se habla en el ámbito de los rectores?
Creo que el cambio de época, en lo que refiere a los educativo, no lo compartimos, no es un abandono, pero sí una despriorización de la educación superior. Anteponiendo otros intereses, achicando el estado sin ningún tipo de miramiento sobre el aprendizaje. Hay cosas que llegaron para quedarse por ejemplo optimizar recursos, ser más prudentes, esto que empezó como una necesidad tiene que ser una conducta y debe quedar instalada.

El conjunto de rectores y rectoras estamos en una situación de alerta tratando de defender el sistema con las puertas abiertas y apelando siempre al diálogo, con el fin de resolver los problemas que van surgiendo.

Dentro de estos cambios ¿Ven la posibilidad de sinergia con el sector privado?
Fue un proceso largo, porque hace 20 años la articulación con las empresas era tabú. Hoy se considera que la articulación sí beneficia, las puertas tienen que estar abiertas para ambas partes. Los proyectos de investigación financiados con empresas privadas tienen una mejor ponderación. Hoy pensamos que parte de la infraestructura que vamos a trabajar, la vamos a articular con un privado, por ejemplo en el sector de salud. Para potenciar las dos partes.

¿Cómo ven a Villa María desde otros ámbitos donde participas?
Los que tenemos la posibilidad de visitar otros puntos sabemos que es una ciudad ejemplar y tenemos una referencia positiva de ella. Contamos con un potencial enorme y con las bases para seguir creciendo, trabajando entre todos quienes componemos esta comunidad.

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