A medida de Massa

El nuevo “superministerio” de Economía está diseñado a medida de Sergio Massa. No solo concentra las principales áreas de la política económica nacional, e inclusive todavía exige algunas más, sino que el perfil dialoguista del líder renovador le permite aplicar su concepción filosófica centrista en la gestión. Se resume en esa popular frase de “la ancha avenida del medio”.

 No es únicamente una forma de entender la política, que en ocasiones fue ridiculizada, además es un paragua que le posibilita enfrentar el nuevo tiempo con menos críticas por las críticas mismas y generar ese tiempo lógico de expectativas y paciencia que la sociedad en su conjunto debiera considerar ante la asunción de un nuevo dirigente, más allá de que Massa es uno de los socio fundadores del Frente de Todos.

 El albertismo fue un sueño que duró poco, nada; mientras que el kirchnerismo encuentra barreras políticas difíciles de sortear. El massismo, en cambio, tiene la impronta de un proyecto político que lleva casi 10 años y que provoca menos reacciones negativas en vastos sectores, desde la centroizquierda hasta la centroderecha. “La ancha avenida del medio” no solo es un posicionamiento ideológico, ya que admite oscilar de un espectro a otro según los temas abordados, sino que también representa un descenso en la belicosidad de los actores de la vida política y económica del país en un momento de profundas crisis (no solo económica y financiera).

 A Massa lo recibieron bien “los mercados”, el gobierno de Estados Unidos, los gobernadores peronistas (de todas las extracciones), los intendentes, el conjunto del peronismo y los sectores medios y bajos en general. No es un nuevo gobierno, pero daría la impresión que sí lo fuera. Sí es una refundación, un nuevo empezar, un relanzamiento de la gestión, que de manera imprescindible deberá arrojar resultados en el corto-mediano plazo. Ningún sector de la sociedad está dispuesto a esperar demasiado. La paciencia social encuentra límites, y como dijo el propio Presidente Alberto Fernández, el gobierno no tiene tiempo que perder. Al contrario, tiene que ganar tiempo con diálogo, consensos, medidas y resultados.

 Las primeras medidas económicas resultaron más un esbozo de buenas intenciones que un plan acabado de cómo afrontar el nuevo tiempo. En general, el discurso fue bien recibido por ese amplio espectro ideológico que espera soluciones del flamante superministro. Hay un mensaje, un camino, aun sin muchas precisiones. Por ejemplo, habló de refuerzos de ingresos para los jubilados (¿un bono?, ¿un aumento por decreto?) y encontrar un “mecanismo” que le permita a los trabajadores recuperar poder adquisitivo (¿paritarias? ¿bono? ¿decreto?). 

 Sí especificó de dónde saldrán los dólares para fortalecer las reservas del Banco Central, y fue optimista en relación a la liquidación de los sectores agroexportadores por 7 mil millones de dólares en los próximos meses, más una serie de acuerdos con organismos multilaterales de crédito. Algunos señalan que los acuerdos fueron cerrados antes de su asunción.

 El futuro político del propio Massa y del Frente de Todos está ligado directamente a la gestión económica. Luego de dos años y medio de mayores penurias que alegrías (pandemia de por medio, y ahora la guerra en Europa que elevó los precios de alimentos y energía a nivel global), el oficialismo se reinventó con la última pieza disponible. Movió uno de sus afiles y contraatacó. Políticamente le salió bien, cambió expectativas, pero puede ser un boomerang si no consigue enderezar el barco y naufragar en aguas calmas hacia 2023.

 Massa tiene la oportunidad histórica de demostrar que puede liderar el nuevo tiempo, con un cargo de superministro que parece un presidente o un primer ministro estilo europeo. Ya con un Alberto Fernández con menos protagonismo (poco y nada, a pesar de su ocupar la primera magistratura del país aunque sin ninguna posibilidad de pelear por la reelección, lo que recorta su poder de manera anticipada) y una Cristina Fernández delegando la gestión económica en “los renovadores”, Massa podrá disputar por primera vez con serias chances de ganar la presidencia el año próximo si encuentra el camino de paz, certidumbre, confianza, tranquilidad y desarrollo que todos los sectores desean, más allá de las demandas particulares que cada uno manifiesta.

 Massa tendrá la ventaja de contar con un año de gestión económica frente a sus posibles rivales cambiemitas, no hay mejorar manera de hacer política que con la caja del Estado, independientemente de su tamaño. Los otros, la oposición, no gozan de ese privilegio. Asimismo, el dinero estatal no garantiza resultados ulteriores. Lo único que garantiza resultados son los mismos resultados. 

 Una buena gestión lo dejara en la puerta de la Casa Rosada, ya con la formalidad del cargo; mientras que una mala gestión lo devolverá al llano con escasas posibilidades de jugar nuevamente en las grandes ligas. Ya le pasó a Alberto y muy posiblemente a Cristina y a Macri. Más que nunca, el bolsillo mandará. Nadie puede vivir siempre en crisis. Massa es la última bala del Frente de Todos. Caso contrario, el futuro político de la Argentina es incierto. 

Martin Alexis Alanis.

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