Los pecados capitales y las estafas financieras, un análisis fuera de la caja

Qué motiva a una persona a estafar a otro? Cómo una persona puede o no darse cuenta de que cae en una estafa?
Los fraudes financieros, ponzis, piramidales y demás estafas reflejan, a mi juicio, un compendio de varios de los pecados capitales; y, para sorpresa, o no, del lector, creo que pecan tanto los estafadores como, en menor medida, los estafados.
Hagamos un poco de historia religiosa
Los siete pecados capitales son la soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza. Estos pecados son considerados como las raíces de otros pecados.
Los Siete Pecados Capitales:
• Soberbia: El orgullo excesivo y la falta de humildad.
• Avaricia: El deseo excesivo de acumular riquezas y bienes materiales.
• Lujuria: El deseo sexual desmedido y no controlado.
• Ira: El enojo excesivo y la falta de paciencia.
• Gula: El deseo excesivo de comer y beber, especialmente en exceso.
• Envidia: El sentimiento de tristeza o desagrado por la posesión de otro.
• Pereza: La falta de interés o esfuerzo para realizar actividades, incluyendo la espiritual.
El deseo de una persona de enriquecerse rápidamente, de acelerar el normal flujo de generación de dinero, el no esperar los tiempos de maduración de un negocio, puede llevar, sin dudas a situaciones que van desde actos reñidos con la ética, hasta la comisión de delitos de toda índole. La palabra exceso es transversal a todos ellos.
El deseo de una persona de comprar bienes o servicios a precio de ganga, en condiciones más ventajosas que lo normal del mercado, a obtener tasas de rentabilidad elevadas, también puede llevarlo a bajar la guardia en los controles, advertencias, precauciones, arriesgándose así a la pérdida del capital invertido.
Seguramente el lector se ofusque pensando que pongo en un pie de igualdad a estafador y estafado. Creo no hacerlo, pero sí a ambos los cubren varios de los pecados capitales. Quieren verlo?
Ejemplos que confirman la regla
Ya repasamos cómo los siete pecados capitales están presentes, de un modo u otro, tanto en el corazón del estafador como en el del estafado. Pero ¿qué pasa si bajamos esta idea al mundo real? Veamos cómo, en algunos de los fraudes financieros más conocidos, estos pecados aparecen sin disfraz.
Soberbia
“Yo soy más inteligente que los demás. Esto no me puede pasar a mí”.
Bernie Madoff, cerebro detrás del mayor esquema Ponzi de la historia, no solo construyó un fraude de más de 60.000 millones de dólares, sino que lo hizo sintiéndose intocable. Su reputación en Wall Street era tan elevada que muchos inversores creyeron que participar en su fondo era un privilegio reservado para pocos. La soberbia de Madoff -y la de quienes pensaron que estaban por encima del riesgo- fue el caldo de cultivo perfecto para la estafa.
Avaricia
“Multiplicá tu inversión en 90 días. Rendimientos garantizados”.
Los esquemas piramidales (como los famosos esquemas de “La flor de la abundancia”) apelan directamente a la codicia: la promesa de ganancias extraordinarias, rápidas y sin esfuerzo. En estos casos, la avaricia hace que las personas bajen la guardia y no hagan preguntas incómodas. El deseo de ganar más que el resto nubla el juicio crítico.
Lujuria
“Invertí con nosotros y accedé al estilo de vida que siempre soñaste”.
Hay fraudes financieros que no venden dinero directamente, sino una imagen: yates, mansiones, relojes de lujo. Un ejemplo conocido es el caso de los “gurús de Instagram” que venden cursos o inversiones en criptomonedas y que usan el marketing aspiracional para seducir con lo que muestran. A menudo, el deseo de pertenecer a esa vida glamorosa -lujuria por lo material- lleva a muchos a confiar en personajes que solo venden humo.
Ira
"Estoy harto del sistema bancario. Esta vez voy a apostar a lo nuevo”.
Algunas estafas se aprovechan del enojo social, especialmente en contextos de crisis económica. Promueven inversiones “anti-sistema” como ciertas criptomonedas desconocidas o proyectos descentralizados de dudosa procedencia. Se instala la idea de que todo lo tradicional está podrido, y que lo nuevo, por definición, es mejor. Ese enojo puede llevar a saltos al vacío financieros.
Gula
"Conseguí tres ingresos pasivos este mes. ¡Y voy por más!”
La gula, en este contexto, es querer consumir más oportunidades de inversión de las que uno puede digerir. Hay quienes, tras ganar dinero en una inversión legítima, se vuelven adictos a buscar el próximo gran golpe. Esa insaciabilidad lleva a muchos a invertir en proyectos sin analizar, simplemente por no querer quedarse afuera. Es la lógica del “FOMO” (miedo a perderse algo).
Envidia
"Si ese pudo hacerse rico, yo también. No voy a ser menos”.
Un clásico. La envidia no siempre se expresa como resentimiento, sino como impulso competitivo. Las estafas tipo “cadenas de inversión” prosperan porque nadie quiere ser el último en entrar. Se invierte más por mirar al vecino que por convicción real. Las redes sociales potencian esto con imágenes cuidadosamente editadas de éxito ajeno.
Pereza
“¿Investigar antes de invertir? Nah, si lo recomendó un amigo”.
La falta de voluntad para analizar una inversión, leer los términos y condiciones o verificar quién está detrás de un proyecto es, sin duda, uno de los grandes aliados del estafador. Muchos confían por pereza, delegando el pensamiento crítico en terceros. Y cuando algo suena demasiado bueno para ser verdad, probablemente lo sea.
Para cerrar
Los pecados capitales son parte de la condición humana. No se trata de juzgar, sino de reconocer qué botones nos pueden presionar para tomar malas decisiones. Tal vez si conocemos nuestras debilidades, estemos un paso más cerca de no caer en la próxima estafa.
Y vos, ¿cuál fue el pecado que más viste en acción?
JOSÉ LUIS ARNOLETTO
Contador Público, MBA. Past-Presidente del CPCE Córdoba y de la Facpce. Asesora empresas en América y Europa. Docente Universitario. Autor de libros sobre Contabilidad y Auditoría y sobre Estrategia