La Argentina que viene

La Argentina que viene

La Argentina política y económicamente desarreglada de los últimos meses deberá encontrar hilo y aguja para iniciar un camino de remendado urgente para el bienestar de la población. No se puede vivir de escándalo en escándalo, ni de crisis en crisis. Es insano, para la Patria y para sus ciudadanos.

Las elecciones de medio término siempre marcan un punto de inflexión. Más allá del resultado final de este domingo, que indudablemente manifestará el humor de los argentinos con el gobierno y condicionará el próximo periodo de dos años, promover el diálogo y los consensos será clave para ordenar lo que a todas luces aparece desordenado. 

El oficialismo nacional sufrió reveses muy duros, que han mellado en su credibilidad: caso Libra, coimas en el área de Discapacidad y vínculos narcos del (ex) diputado José Luis Espert. Una tormenta casi perfecta en pocos meses para el Gobierno de Javier Milei. Además de los problemas económicos evidenciados en el segundo semestre (dólar, consumo, niveles de actividad, salarios, etcétera).

Argentina no puede perder más oportunidades. Hay un mundo predispuesto a colaborar. Lo muestra el FMI y Estados Unidos en la vanguardia. Es el Tesoro norteamericano que sale al rescate del gobierno para evitar males mayores. No obstante, y a pesar de la ayuda foránea, nosotros mismos tenemos que ayudarnos. Sin acuerdos mínimos, principalmente entre la dirigencia política, el apoyo exterior apenas será un paliativo. 

El país necesita “consensos”. Lo venimos repitiendo en estas columnas. Reglas de juego estables. Cambios estructurales de acuerdo a los tiempos que corren. Leyes que reflejen la realidad de la comunidad y de la economía moderna (para citar un caso: la mayoría de los convenios colectivos de trabajo datan de la década del ¡70! y ameritan una actualización). Y una economía orientada a la producción, al trabajo y al consumo. Con ordenar la macro no alcanza. Es imprescindible, pero no suficiente. La gente vive en la micro, de su trabajo y su esfuerzo, desatenderla es un camino seguro al fracaso.

Argentina debe cambiar la agenda. La política de los últimos meses estuvo dominada por los escándalos. La economía, por su parte, acumuló más penas que alegrías. La agenda política, económica y mediática debe centrarse en los cambios que permitan vislumbrar un horizonte más previsible. 

Los argentinos nos acostumbramos tanto a vivir en la incertidumbre que lo adoptamos como normalidad. Incluso nos parecen “extraños” los periodos de tranquilidad. Hay que invertir esa lógica. No solo con las decisiones políticas y económicas que se tomen en la superestructura, sino también en las pequeñas decisiones que tomemos cada uno de nosotros en la vida cotidiana. Abandonar la especulación y avanzar con fuerza hacia la inversión y el trabajo.

También es responsabilidad de la oposición. No solo del oficialismo. La nueva composición de la Cámara de Diputados y Senadores de la Nación no permitirán imponer leyes, nadie gozará de mayorías absolutas a partir de diciembre (tal cual sucede en la actualidad). Por eso, en la comprensión histórica y en la necesidad de conseguir consensos básicos entre todas las fuerzas políticas, Argentina encontrará una oportunidad. Sin espíritu de negociación, sin voluntad de diálogo sincero, los caminos difícilmente se crucen en puntos comunes. Negociar significa proponer, pero también ceder. Los fundamentalismos ya han causado demasiado daño en la población.

Hace muchísimo tiempo que la política argentina no logra amplios consensos que beneficien a las mayorías. Tampoco sirven las leyes para las minorías poderosas. El nuevo país para construir debe incluir a todos, sin distinción. Nadie niega intereses contrapuestos en un sistema capitalista, pero sí se pueden alcanzar acuerdos que satisfagan a las partes. Es una obligación.

Todos decidimos vivir en este sistema.

Se presume que las leyes laborales, tributarias y previsionales estarán sobre la mesa a partir de diciembre. Se verá el poder que las urnas le otorguen al gobierno para promover el debate. También el nivel de apertura que tengan las distintas oposiciones parlamentarias. Un punto central: el oficialismo y sus aliados son uno; las oposiciones son muchas (kirchneristas, federales, provinciales, minoritarios). No es el fácil el tiempo que viene, pero en la dificultad siempre aparece la oportunidad. Que esta vez sí sea.

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