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Colillas de Cigarrillo: tóxicos en miniatura para reciclar

En las veredas, las playas o cuando termina un concierto. A donde se observe, las colillas de cigarrillos están ahí. Considerado el residuo más abundante de los espacios públicos, su potencial de contaminación comparado a su dimensión, es una alarma ambiental. El hábito de fumar lleva a que se desechen cerca de 5.6 billones de colillas al año en el mundo, lo que se traduce en 18.000 millones por día. Un desecho, que llega fácilmente a los ecosistemas acuíferos y la cadena trófica, pero que podría convertirse en un residuo, mitigando su impacto en el ambiente.

La porción desechable del cigarrillo, conocido como colilla o pucho, se compone principalmente de tres elementos: tabaco, papel y filtro. En cuanto al papel y el tabaco ambos son compostables, y si bien hay marcas que especifican que el ingrediente vegetal no contiene aditivos, esto no significa que sea inofensivo, ya que además de las sustancias inherentes a la planta, como la nicotina, tiene la capacidad de absorber metales pesados tóxicos para la salud.

En cuanto al filtro, se fabrica a base de acetato de celulosa, un plástico que tiene la capacidad de retener la mayor parte de los compuestos generados en la combustión del tabaco, y evitar así que lleguen a los pulmones del consumidor.

Arrojar colillas al piso es un (mal) hábito que se ha naturalizado en la sociedad. En Argentina, un estudio reflejó que el 70% de los encuestados reconocía esta práctica, tanto en zonas urbanas como en ambientes naturales. Tomando que la población actual es de 45 millones de personas y el 24 por ciento es población fumadora; en promedio si cada fumador consume 10 cigarrillos por día, se arrojarían 77 millones de colillas por día en todo el territorio nacional.

Durante la combustión del tabaco se generan 100 sustancias tóxicas, entre las que se encuentran: cobalto, aluminio, arsénico, níquel, alquitrán, plomo y estroncio. Estos compuestos se liberan una parte a la atmósfera en estado gaseoso y otra parte quedan retenidos en el filtro de acetato de celulosa que contiene el cigarrillo. 

Consecuentemente, las colillas se transforman en un vector de estos residuos tóxicos, que terminan en desagües por acción del viento o las lluvias, alcanzando ríos y océanos. Si quedan en el suelo también generan alteraciones del pH y composición del sustrato, impidiendo el desarrollo normal de microrganismos, insectos y miles de especies esenciales para el equilibrio natural de los suelos. Incluso pueden ingresar en la dieta humana de manera indirecta, al ser ingerido por otros animales que los confunden con alimento, ocasionando graves problemas para la salud. 

Además, las colillas también pueden ser causantes de incendios forestales, engrosando su potencial tóxico. Según el Ministerio de Seguridad de la República Argentina, el 95% de los incendios son causados por acciones humanas, tales como negligencia al arrojar colillas de cigarrillo prendidas en el entorno natural, expansión de la frontera agropecuaria o preparación de áreas de pastoreo. 

Pero, una vez más, hay equipo humano que entiende el riesgo y tracciona para frenar el impacto negativo de este residuo; más allá del acopio en bidones o botellas plásticas. Una de estas iniciativas es Cigabrick, el biopolímero fabricado a partir de colillas de cigarrillo para la elaboración de ladrillos. El emprendimiento es de una familia mendocina, que combinan las colillas con microorganismos que consumen las toxinas presentes en el residuo, convirtiéndolo en un biopolímero. Este nuevo componente se tritura y emplea como aislante acústico y térmico, para formar parte del ladrillo Cigabrick, que es cuatro veces más resistente que el material convencional, es sismo resistente e ignífugo, entre otras ventajas.
 
Otro de los grandes avances pertenece al equipo de científicos del Laboratorio de Micología Experimental de la Universidad de Buenos Aires, quienes descubrieron una especie de hongos que crece en la selva misionera; y al tomar contacto con las colillas ingieren el acetato de celulosa del filtro. De este modo, absorben los metales pesados y limpian el ambiente tóxico para defenderse y sobrevivir. Las proyecciones apuntan a crear un ecosistema controlado del hongo, para luego desarrollar una planta piloto destinada al reciclaje ambiental en el plano industrial.

Para concluir, una licencia de quien escribe: consumir tabaco ha calmado las ansiedades y preocupaciones de millones de personas pero, en definitiva, sabemos que no resuelve ningún problema; y sí genera otros. El hábito de fumar puede sustituirse por otras prácticas que contribuyan a reducir el estrés…y el beneficio se multiplica por dos: menos colillas al piso significa mejor salud y mejor ambiente.
 

Soledad Santa Cruz.

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