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Víctor Toledo escribía, hace unos años ya, que “la naturaleza, agredida por las cuestiones perversas de las alteraciones de sus metabolismo, provocados por nuestro modelo civilizatorio productivista industrial, reacciona globalmente, transformándose en un actor político. No solamente prosigue a tasas aceleradas la destrucción del conjunto de los ecosistemas terrestres y acuáticos, sino que la salud global del planeta parece estar gravemente comprometida, según indican los síntomas del efecto invernadero o de la disolución de la capa de ozono, a causa de la marcha desenfrenada de la humanidad durante el breve lapso de los dos últimos siglos”.
Esta aseveración es inequívoca. Es decir, cuando la naturaleza se resfría, el planeta entero tiene pulmonía. Podemos ver, para comprenderlo, a los mensajes claros y cotidianos que, en el último tiempo, viene enviando la naturaleza: el terremoto de Haití; el terremoto que desbasto Chile; el tsunami de Tailandia; las inundaciones de Bahía Blanca; entre otros.
Por lo tanto, cuando la naturaleza se expresa, hay que escucharla y comprenderla, porque ella es sabía y siempre busca su equilibrio necesario para sobrevivir. Porque, en busca de ese equilibrio, destruye y afecta negativamente aquellas empresas, industrias y comercios que se encuentran en su camino; porque, se considera que esa es la forma más eficiente y eficaz que posee la naturaleza para construir y sobrevivir.
Cabría preguntarse, entonces, si la destrucción que lleva adelante la humanidad sobre la naturaleza circundante, no es parte integral de una manera de vida consumista y autodestructiva que posee la sociedad. No obstante, en esta guerra constante, entre naturaleza y sociedad, seguramente la victoria quedara inconclusa, ya que el entorno es intratable, por su fuerza y potencia.
Sin embargo, y en forma paralela, como sociedad y con este nivel de vida consumista y autodestructivo, nos dirigimos inevitablemente hacía una catástrofe ecológica-ambiental prácticamente insuperable.
Por todo esto, es que es urgente y necesario invertir e incorporar un elemento de equilibrio, entre sociedad y naturaleza, a este modelo ineficaz y distorsivo, de características caóticas, desde el punto de vista ecológico-ambiental.
Es imperativo abandonar la improvisación e incertidumbre que nos caracteriza como sociedad para proceder a desarrollar una característica sustentable en materia ecológico-ambiental. Dejar de lado nuestra cultura consumista y ahondar en busca de la sustentabilidad como lógica y cultura a largo plazo, protegiéndonos de la naturaleza y protegiéndola a ella de nuestra depredación, siendo fundamental para mantener la biodiversidad y la calidad del ambiente para el futuro.
Lic. Nicolás Pepicelli
Lic. En Economía y
Diplomados en Ambiente
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