La globalización ha sido un fenómeno determinante en la configuración de la economía mundial contemporánea. Sin embargo, el resurgimiento de políticas proteccionistas, como las implementadas por la administración de Donald Trump, ha suscitado debates sobre la posibilidad de una desglobalización.
Según la OCDE, la nueva política arancelaria anunciada por Donald Trump días después de comenzar su presidencia, podría reducir el PBI mundial en un 5% si se generaliza. Algunos teóricos han planteado nuevos conceptos para poder explicar esta nueva tendencia dentro del comercio internacional. Así surge el friendshoring, es decir, la práctica comercial que consiste en trasladar las cadenas de producción a países alineados con visiones políticas y económicas similares a las propias. Asimismo, un gran conjunto de autores de las Relaciones Internacionales combina esta práctica con una tendencia global a la fragmentación económica dentro del comercio internacional.
Sin embargo, a pesar de estas tendencias, diversos indicadores sugieren que la interdependencia comercial de los países sigue siendo elevada. Una de las métricas utilizadas para evaluar la dependencia de un país respecto al comercio internacional es la relación entre el comercio exterior y el Producto Bruto Interno (PBI). A nivel global, esta relación alcanzó un 59% en 2023, cifra que representa un incremento significativo respecto a la década de 1990.
La Unión Europea (UE) destaca como una de las regiones con mayor dependencia del comercio internacional. En promedio, el comercio exterior representa aproximadamente el 96% del PBI de los países miembros. Esta elevada dependencia del comercio internacional ofrece beneficios como el acceso a mercados más amplios, la especialización productiva y la obtención de economías de escala, que pueden traducirse en una mayor eficiencia industrial y competitividad global. No obstante, también conlleva desventajas significativas. La alta vulnerabilidad frente a crisis globales, como lo fue la crisis del 2008 o la pandemia del COVID-19, pone de manifiesto las debilidades de las cadenas de suministro internacionales. Además, esta dependencia limita la autonomía económica de los países, restringiendo su capacidad para implementar políticas internas en contextos de inestabilidad. Sin embargo, la vulnerabilidad más relevante en la actualidad parece ser la exposición constante a tensiones geopolíticas, como guerras comerciales o sanciones internacionales, las cuales afectan directamente el flujo comercial de los países involucrados.
A diferencia de la UE, China ha logrado reducir su dependencia comercial externa. En el último año, el comercio exterior representó aproximadamente el 37% del PBI chino, una disminución atribuida al fortalecimiento de la demanda interna y a políticas orientadas a la autosuficiencia tecnológica. Esta estrategia ha permitido a China mantener un crecimiento económico sostenido, a pesar de las tensiones comerciales internacionales o, incluso, las políticas arancelarias anunciadas desde Estados Unidos.
Así, si bien es cierto que el contexto proteccionista que estamos viviendo tiende a generar una mayor fragmentación en el mercado internacional, sumado a las tensiones propias que afectan al comercio, todavía no podríamos hablar de una desglobalización per se pues los datos indican que la interdependencia comercial global sigue siendo elevada. Lo que sí podemos establecer es que se está gestionando un cambio dentro del comercio internacional con respecto a décadas anteriores. Si bien se busca teorizar al respecto, es probable que solo podamos entender el mundo que nos rodea ya no bajo un solo concepto, como lo hemos hecho desde los noventa, sino bajo un amplio abanico de técnicas/prácticas comerciales.