Con la propuesta de dolarización de un candidato presidencial, se instaló en el país la posibilidad cierta de dejar de contar con los pesos como moneda corriente en nuestra economía. El tema tiene varias aristas y espacios de discusión, no solo desde lo económico sino también desde lo político. También podríamos discutir si el dólar es la moneda que más se adapta a las características de nuestro país, ya que tenemos mas intercambio e interdependencia con un país vecino como Brasil con el real o podríamos pensar en otra moneda, como el Euro por ejemplo.
Sin dudas la discusión es amplia y la incertidumbre también. A mucha gente parece importarle poco los aspectos técnicos y desean, por la dolarización, lograr una mayor estabilidad para nuestro país. Razón necesaria pero no suficiente para lograrla.
Todas las posturas son válidas y la discusión esta abierta, pero lo cierto es que los argentinos estamos hartos de la inflación permanente, que pega no sólo en el presente sino también en el futuro del país. Es imposible proyectar, invertir, soñar hacia adelante en este contexto de alta incertidumbre.
La dolarización no es la panacea, como ninguna solución que tenemos en la mano. Cualquier estrategia tendrá aspectos positivos y también impactos negativos. Salir de esta crisis no será gratis ni sin problemas a resolver. Pero hay un dato clave que sirve para cualquier solución que uno quiera adoptar al problema económico nacional: contar con los recursos necesarios para hacerlo.
Y aquí está el gran problema, a Argentina hace ya tiempo que nadie le presta. Nadie le financia en números lógicos a nuestro país en las condiciones en que se encuentra (y los administradores que tenemos).
Si acceder a un crédito será difícil o casi imposible, la alternativa que queda es “con la nuestra”. Y la pregunta es: ¿Argentina tiene reservas para una dolarización mínimamente razonable o algún plan de ajuste no tan doloroso? La respuesta claramente es NO. Los números están a la vista y aunque mejore el flujo de dólares el año que viene, nuestro stock de reservas tiende a cero.
Pero este no es el caso de muchos de sus habitantes. Los argentinos tienen una de las mayores tenencias de dólares-billete del mundo, se estima una cifra de unos 250.000 millones de dólares bajo este concepto y más de 400.000 millones en el exterior (60% mayor a nuestra deuda externa). Y aquí está la clave. ¿Cómo pueden hacer los gobernantes del futuro para que estos fondos retornen a la formalidad y al circuito productivo? La respuesta es una: con confianza. La fuga de capitales en la Argentina es la expresión de desconfianza de sus habitantes hacia sus gobernantes. Si un ciudadano extranjero analiza la posibilidad de invertir en nuestro país seguramente la primera pregunta que se hace es: ¿Por qué no lo hacen los propios argentinos? ¿Por qué sacan del país los dólares, sus ahorros? Retomar la confianza es una tarea larga y compleja, pero es el único recurso del que hoy disponemos en nuestro país para financiar una recuperación y desarrollo genuino.
Revertir este proceso que se ha insertado en nuestra cultura, en nuestro modo de vida, demorará bastante tiempo. Pero creo que es la única manera de intentar resolver nuestros problemas. Un estado conscientemente administrado, con menos corrupción, más transparencia y un sistema de premios y castigos que beneficie a quienes trabajan y producen es necesario para lograr este cometido.
Y aquí uno se pregunta ¿La “dolarización” de la economía podría acelerar este proceso? ¿Qué circulen solo dólares en el país podría incentivar el retorno de los dólares que están afuera? Es una pregunta muy difícil de contestar, pero ante una propuesta “loca” como la dolarización, se pueden pensar escenarios no convencionales. Quizá la dolarización no es la solución a nuestros problemas pero esta instancia nos permite pensar en otras alternativas a las soluciones de siempre. Después de todo está claro que será difícil salir de nuestra crisis pensando siempre de la misma forma.
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