Villa María: ¿Cuándo serán las elecciones?

En la provincia ya está la fecha, ya están los candidatos. Lo mismo sucede en casi todos los municipios pequeños o grandes, inclusive la Capital. Ahora, ¿qué pasa en Villa María? ¿Por qué aún el intendente Martín Gill no convoca
a elecciones? ¿Por qué los partidos políticos casi que no lo han reclamado públicamente? Algunas consideraciones.


El propio Martín Gill señaló días atrás que la fecha de los comicios municipales sería entre agosto y octubre. En la práctica es una obviedad, porque no hay más tiempo ni hacia atrás y tampoco hacia adelante. Lo dice claramente la Carta Orgánica Municipal (COM). La elección debe celebrarse entre los 90 y los 45 días antes de expirar el mandato. Y además estar separada
de cualquier otra elección en el término de sesenta días, aspecto incumplible por el extenso calendario electoral del 2023. La convocatoria, también, debe formularse con 90 días de anticipación.


Por tanto, si convocara en este mes de mayo, la elección sería en agosto. Si lo hiciera en junio, sería en septiembre. Y si firmara el decreto en julio, sería en octubre, no más allá de la primera quincena como marca la COM. Entonces, como la respuesta del intendente es una obviedad para evitar dar precisiones sobre la fecha específica, Claves consultó con funcionarios de diálogo
permanente con Gill para encontrar respuestas que se aproximen un poco más a la realidad.


Hay coincidencias de que el momento del comicio será “finales de agosto, principios de septiembre”. Inclusive alguno de los consultados arriesgó una fecha: 10 de septiembre. Sí se confirma lo que esta columna viene adelantando hace tiempo: que las elecciones para elegir nuevo intendente serán entre las primarias y las generales nacionales.


Ahora repasemos el calendario. Finales de agosto tiene dos domingos posibles: 20 y 27. El 13 de agosto son las PASO. Difícil pensar que pueda haber dos elecciones consecutivas con naturaleza distinta, con campañas electorales disímiles. Hay muy poco tiempo, lo que obligaría a una campaña muy corta, intensa, cambiando el eje de las discusiones muy rápido. La cercanía o la lejanía de las PASO con las municipales serían conveniente o no para cada partido político (oficialismo u oposición) según el resultado nacional, que aún es incierto. La elección provincial quedará más atrás en el tiempo, pero el resultado sin dudas tendrá una fuerte incidencia.


Entonces, “finales de agosto” parece complicado. No así septiembre. Con el impasse propio de la campaña nacional, que retomará con fuerza a mediados de septiembre, allí Villa María encuentra un “huequito” en el calendario para discutir sus propios problemas y exponer a los candidatos a la voluntad popular.


Las tres fechas que siguen son: 3, 10 y 17. A priori, no hay impedimento ni legal ni de contexto. Como dijimos, algunos de los consultados arriesgó el 10 de septiembre como la fecha indicada. Y tiene lógica. Un mes después de las PASO; más de 40 días antes de las generales nacionales. El espacio político mejor posicionado tras las provinciales y las primarias correrá con cierta
ventaja, sería ingenuo pensar que el escenario externo no condiciona a pesar de la localidad del debate. Sin embargo, al encontrar un lapso (corto) de tiempo interesante en el calendario, la puja por llegar al Sillón de Viñas podría
centrarse en discusión de temas locales, más allá de estar atravesado por el contexto político nacional.


Como la oposición en Villa María tiene sus propios problemas, cada uno jugando su partido sin importale demasiado lo que hace el otro, referido a los socios de una posible coalición que hoy no existe, el reclamo de las fechas aparece muy aisladamente. A nadie le interesa hoy preguntar cuándo se vota.


Ni al peronismo, que ahora está enfocado en la elección provincial. Y menos a la oposición, que no da señales de generar un proyecto de unidad que cobije a todos los sectores. Por tanto, la decisión sobre la fecha recae en una sola persona, que por el momento no ha dado ninguna señal de convocatoria ni tampoco se lo han exigido demasiado: el intendente Gill.


Cierre de listas, papelón de por medio

Los cierren de listas suelen ser traumáticos para los partidos políticos. Allí no hay discusión de políticas de Estado ni de proyectos para lo que viene, allí se debaten cargos. La continuidad laboral de muchos para los próximos cuatro años, o seguir formando parte del poder político (por más mínimo que sea) en sus diferentes esferas.


En Hacemos Unidos por Córdoba, la nueva denominación del PJ cordobés, el cierre no tuvo inconvenientes. Al menos públicamente. Sí quedaron algunos dirigentes heridos por no formar parte del binomio por llegar al Panal, como Natalia De la Sota, que seguirá en Diputados.


El papelón mayúsculo ocurrió en la otra vereda, en Juntos por el Cambio. La lista fuera de horario; un candidato a vicegobernador como Marcos Carasso también candidato a primer legislador provincial; la baja del macrista Pedro Dellarrosa; el mestrismo que se quedó sin nada; y un Pro que no encuentra rumbo en la provincia (hasta su presidente, Javier Pretto, se fue e integrará la fórmula oficialista con Daniel Passerini en Córdoba capital). Después Carasso bajó su candidatura a legislador, y la lista debió modificarse por completo en la ubicación de cada postulante.


El oficialismo corre con ventajas, en recursos, organización, conducción política y territorial. Además de la propia gestión. Incluso se proyecta más allá de las fronteras cordobesas. La oposición deberá entregar certezas, previsibilidad, ideas, proyectos, para que el electorado la considere una opción de poder. Todo lo contrario a lo que sucedió en el cierre de listas ¿Lo podrá lograr? Es continuidad o cambio. La respuesta llegará el mismo 25 de junio a la noche.

Martín Alexis Alanis.

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