Es una pregunta que podría resumir el debate político de estos tiempos en la Argentina. El déficit cero es el objetivo del Gobierno de Javier Milei. De hecho, para La Libertad Avanza y sus aliados el déficit es la causa primaria de la inflación. Por contrario, para la oposición más dura, el kirchnerismo, parte central de Unión por la Patria, no representa el principal problema del Estado. El gobernador Axel Kicillof pide en cada declaración “más Estado, no menos Estado”.
Allí vemos el contrapunto de los modelos. Uno que promueve el corrimiento de las estructuras oficiales en todos los órdenes, para darle paso al sector privado; y, por otro, la exigencia de una mayor presencia estatal para regular la actividad económica en post de evitar que el sector privado tome las decisiones. Para los primeros, el crecimiento económico llega a través de la inversión privada y la desregulación; para los segundos, el crecimiento llega con la distribución de la riqueza y la regulación.
Son los extremos políticos y económicos que dominan la Argentina de las últimas décadas. Sí hay propuestas en el centro, pero aún sin relevancia política de alcance nacional.
Tras el colapso del 1 a 1, crisis social y económica en niveles nunca conocidos por la joven historia argentina, el kirchnerismo llega al poder en mayo del 2003 y ese Estado que se había corrido totalmente con el menemismo vuelve a convertirse en actor central en la regulación de la actividad. El país estaba devastado y la conducción política tomó las riendas de la economía. Es bien sabida la anécdota de que Néstor Kirchner andaba con “la libretita” para todos lados con los números diarios de la economía.
Ese modelo permitió en menos de una década revertir la tendencia y Argentina comenzó a crecer fuerte, ayudado de un contexto internacional muy favorable. Del salario más bajo de Latinoamérica a uno de los más altos. El consumo voló por los aires, la deuda externa descendió. Y la pobreza bajó fuerte. Sin embargo, el modelo encontró sus límites y la restricción externa se convirtió en un grave problema.
Allí la oposición comenzó a reclamar mayores libertades económicas y en 2015 Mauricio Macri llega al poder. Nuevamente hay un corrimiento del Estado en la actividad económica, pero no llegó a los niveles de hoy. Por eso, en la campaña, Macri decía que el nuevo presidente debía hacer lo mismo que en su gestión “pero más rápido”. Sí el endeudamiento volvió a significar un problema, con bonistas y el FMI. En los 4 años de Macri, más los 4 de Alberto Fernández, la actividad económica nunca se recuperó, la inflación se disparó y los salarios retrocedieron hasta convertirse en los peores de la región medidos en dólares.
Ahora, con el voto popular, el Estado retoma ese camino de corrimiento iniciado por el menemismo (siempre analizando solo el periodo democrático). Tal vez mucho más profundo y “más rápido”, como pedía Macri. Ahora el Estado “entorpece, molesta, le roba a la gente”. Lo dice el mismo Presidente, que justamente ocupa la máxima responsabilidad institucional.
Si bien nunca habló de segundo semestre como en el caso de Macri, Milei aseguró en los últimos días que los peores meses serán marzo y abril y luego comenzaría una etapa de recuperación a partir del ingreso fuerte de los dólares de la cosecha. Incluso retoma la idea de la campaña de impulsar la dolarización o competencia libre de monedas. En realidad, un Estado que sí regula, pero en favor del sector privado concentrado de la economía.
El desafío para el Presidente es si ese modelo libertario, “anarco-capitalista” como le llama, puede con el tiempo traer mejoras en la economía de pymes, trabajadores, cuentapropistas, informales. El menemismo lo logró con el dinero de las privatizaciones. Sin esos dólares, y con la economía real destruida, el modelo apenas superó la década cuando el exministro Domingo Felipe Cavallo había augurado 60 años de estabilidad.
Milei sabe dónde quiere llegar, primero le apunta al “déficit cero”, con recortes masivos en todos los sectores; pero por ahora no tiene ni el dinero ni el respaldo político (minoría en el Congreso) para hacerlo como sí lo tuvo Carlos Menem. Y el tiempo es tirano dice la frase. Si no consigue los resultados esperados, la gente pedirá por soluciones y cambios. Y las soluciones urgentes podrían volver de la mano de un Estado presente… El mercado tiene sus tiempos, sus lógicas y sus principios gananciales.
La inversión las hará si hay condiciones económicas para asegurar rentabilidad, caso contrario, esperará sin apuros. No son los apuros de millones que quieren que los sueldos alcancen hoy.
El debate sobre el modelo de organización política y económica es constante, la desesperación de millones no admite discusiones estériles. Milei ganó prometiendo ajuste para luego alcanzar el crecimiento económico. Por ahora solo se ve un ajuste más duro del imaginado por cualquiera en la Argentina. Incluso más de lo reclamado por el FMI. El desafío por delante, en el corto, cortísimo plazo, es mostrar recuperación. Caso contrario, la legitimidad de los votos puede entrar en cortocircuito.
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