Hay hechos políticos y económicos que configuran el escenario general del país en este 2025, marcado por la vuelta a las urnas en octubre para elegir diputados y senadores. Una elección de medio término que ratificará o rectificará el rumbo elegido por la sociedad en noviembre de 2023 cuando en balotaje eligió a Javier Milei presidente, el primer liberal libertario en ocupar la primera magistratura por los votos.
Dos hechos que robustecieron al Gobierno: la salida del cepo cambiario sin sobresaltos inflacionarios de relevancia. Se prevé incluso un segundo semestre con números por debajo de los dos puntos mensuales. El oficialismo aspira a terminar por debajo del 30% anual, casi 90 puntos menos de inflación que en 2024.
La salida del cepo mostró el mejor momento político y económico del gobierno, con respaldo de todos los sectores económicos. La banda de flotación le permite manejar -por ahora- un valor clave de la economía, que determina la estabilidad o no de la microeconomía. Cualquier salto cambiario impacta directamente en los precios y, por ende, en las posibilidades electorales. Por eso, contra viento y marea, Milei sostendrá este valor de la moneda norteamericana. Ya no se trata de atraso cambiario sí o atraso cambiario no, se trata de nuevas reglas de juego donde todos deberán adaptarse para no quedar fuera de juego.
El otro gran espaldarazo fue la victoria electoral en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. No solo le ganó al peronismo y aliados cuando las encuestas previas decían lo contrario, sino también le ganó al macrismo en su propio bastión. El resultado obligó a “los amarillos” a bajar las armas y acordar listas de unidad para las dos elecciones bonaerenses (para elegir diputados provinciales en septiembre y diputados nacionales en octubre).
El Gobierno sí tiene problemas con sectores a los cuales decidió atacar en lugar de negociar: las universidades, la salud (lo hemos visto estas semanas en el Hospital Garraham), la discapacidad, los sindicatos, los jubilados. Si no encamina mediante el diálogo esas demandas, la fortaleza electoral y política que hoy muestra, puede terminar de un momento a otro y encontrarse con menor consenso social de cara a octubre. En materia electoral, cinco meses es una eternidad. Y todo puede pasar.
El tercer hecho significativo del año en materia política es la candidatura de Cristina Fernández de Kirchner. Cambia el mapa electoral a pesar de que su postulación sea para la diputación de la provincia de Buenos Aires. Si hay dos bibliotecas en abogacía, ¿cuántas podría haber en política entonces? Hay múltiples lecturas de esta decisión de la expresidenta. Citamos dos.
Primero, la que ella señaló. Si el peronismo pierde en las elecciones bonaerenses de septiembre, no tiene ninguna posibilidad de revertir el resultado un mes después en las nacionales. Para eso, tiene que asegurar el inmenso caudal electoral de la Tercera Sección Electoral (La Matanza, Avellaneda, Lomas de Zamora y otros 16 municipios más).
Segundo, la lectura de los opositores al kirchnerismo. Que el PJ nacional, con los K al frente, se volvió un partido de la Provincia de Buenos Aires. Es decir, un partido provincial como puede ser el peronismo de Córdoba o el Movimiento Popular Neuquino. También es válida la interpretación. Cristina se refugia en el distrito más grande, intenta evitar una derrota catastrófica y luego emerger del fondo del mar para las nacionales. Lejos estaría de controlar todo el peronismo nacional, que le responde cada vez menos. Ahora, si pierde en septiembre, la suerte del kirchnerismo quedará prácticamente sellada para el futuro. Es un todo o nada.
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