El cordobesismo no es propiedad del oficialismo provincial. Es un sentir de la enorme mayoría de la dirigencia cordobesa. ¿Hay matices? Sí, pero en la política puertas adentro de la provincia. Hacia afuera, todos piensan más o menos parecido en función de la mirada de los propios cordobeses sobre la política nacional. Los dirigentes no nacen de un repollo.
Encuestas en mano, peronistas, radicales, macristas, juecistas y demás partidos de centro y centro derecha, se reúsan a criticar con dureza al Gobierno nacional, sobre todo la figura del Presidente Javier Milei.
Si bien el primer mandatario perdió apoyo a nivel nacional, sobre todo a partir del “criptogate”, y ahora con más dudas que certezas en materias económicas e institucionales, en la provincia ese acompañamiento no parece menguar. O se sostiene o apenas baja.
Últimas encuestas hablan de una caída de 5 puntos, pero se mantiene por encima del 60% de imagen positiva. Y por eso la política doméstica evita criticar a Milei o directamente buscan “pegarse” a su figura como el caso de Luis Juez o Rodrigo de Loredo.
El gobernador Martín Llaryora tampoco lo enfrenta. Cuando hay conflictos o polémicas casi no habla de los temas. Solo cuando se ven afectados directamente los votantes del espacio peronista cordobesista como el sector rural (sigue reclamando baja de retenciones o ley de biocombustibles). Pero no se lo escucha hablar sobre la pérdida de poder adquisitivo de los jubilados o los trabajadores, o apenas que esboza alguna crítica cuando la obra pública nacional está paralizada y la tiene que ejecutar la Provincia, como en la ruta 19. Sí dice que cree en el Estado, a diferencia de Milei que lo aborrece.
¿Por qué la dirigencia política provincial, oficialista u opositora, se cuida tanto respecto al gobierno libertario? Por la simple razón que a los cordobeses les gusta Milei y su gobierno. Mide más de 60 puntos y es la provincia de mayor apoyo al nuevo gobierno.
También lo tuvo Mauricio Macri con Cambiemos. Con matices, es un proyecto político similar (el actual más radicalizado, claramente, en todas las áreas). Distinto cuando gobernó el kirchnerismo, donde las críticas desde Córdoba arreciaban. Aún hoy la dirigencia cordobesa lo sigue haciendo. Las encuestas (y los resultados electorales) dicen que los cordobeses detestan a los K y por eso hay que criticarlos.
En ambos sentidos -tal vez- hay convencimiento y también conveniencia. Los elogios hacia los libertarios, o el simple silencio, obedece a esta visión similar que la dirigencia cordobesa tiene sobre el rol del Estado, la economía, la seguridad y demás áreas estatales. Y también la conveniencia de pensar en esa dirección, es decir, a pesar de no estar de acuerdo, o no del todo, conviene esa alineación en función de lo que piensa la mayoría de los ciudadanos. Lo que se salga de los límites tolerables del cordobesismo puede ser un golpe de nocaut para cualquier dirigente. Es mejor estar corrido un poco a la derecha antes de sufrir cualquier embate de la sociedad, implacable a la hora de apuntar con el dedo el posicionamiento ideológico de las personas.
Por eso piensan casi todos iguales. Son pocas las excepciones a la regla. No hay matices fronteras afuera. Por convicción o por conveniencia. Nadie va a romper el molde mientras las encuestas y las elecciones ubiquen a los libertarios en el lugar 1 de las preferencias. Sí habrá fuertes disputas cuando la pelea sea provincial en 2027. Allí es otro cantar y otras serán las discusiones.
Pero en 2025, con la elección nacional en el horizonte, allá por octubre, la propuesta será moderada o abiertamente a favor respecto al gobierno de Milei, sin irritar demasiado al cordobesismo.
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