Si se le preguntara a un economista, más allá de su formación, cómo definiría el problema económico que nuestro país atraviesa de forma recurrente posiblemente el lector encontraría diferentes respuestas construidas a partir de pensamientos divergentes pero con asombrosas coincidencias. En lo personal yo lo definí como la incompatibilidad entre el equilibrio político y el equilibrio económico, otros como modelo stop and go, como una incompatibilidad constante entre el nivel de gasto que la población desea y el que la economía posibilita, como la trampa de los ingresos medios, etc, y así podríamos seguir sumando perspectivas. Todas parecen poseen una base común referente a un conflicto irresoluble. Basta que el lector viva en Argentina un par de meses y se percatará rápidamente de que estoy hablando.
La bibliografía sobre el tema es amplia y supera los límites de esta nota pero rescato un trabajo reciente de Pablo Gerchunoff y Martín Rapetti , entre otras cosas, por la consistencia del modelo propuesto. Según los autores el país vive un Conflicto Distributivo Estructural. El problema se presenta cuando surge una inconsistencia entre dos tipos de cambio, el tipo de cambio real de equilibrio macroeconómico y el tipo de cambio real de equilibrio social o podríamos definirlo como, político. La inconsistencia se da al ubicarse el tipo de cambio real social/político en un nivel inferior al económico.
Las condiciones externas vendrán determinadas por los términos de intercambio y por los flujos netos de capital mientras que las variables de política serán determinadas por el tipo de cambio nominal, la política comercial y los instrumentos clásicos de política monetaria y fiscal. Bajó estos parámetros la historia económica es el constante desajuste sobre las dos posiciones de tipo de cambio real antes mencionadas.
Del período analizado 1930-2015 se observa una sistemática tendencia superior de la demanda de bienes en relación a la oferta de bienes y, bajo los parámetros mencionados, el modelo no permite observar conflicto distributivo entre 1970 y 2000 lo cual puede permitir un debate en torno a este aspecto. Aun así es llamativo como en general se utilizan, más allá de las ideologías políticas, instrumentos de política económica similares y como en los años recientes la dirigencia parece tener en claro que no es posible alcanzar directamente un tipo de cambio real de equilibrio macroeconómico sin considerar aquel que permite el equilibrio social.
Dos instrumentos de destacan a la hora de ser utilizados por los gobiernos para atacar el problema dependiendo la posición ideológica del mismo. Por un lado el endeudamiento externo como forma de sostenibilidad del tipo de cambio real social/político y, por otro lado, las restricciones comerciales y el control de cambio. Ambas estrategias poseen un factor común: su insostenibilidad en el tiempo insumo básico de las crisis económicas recurrentes.
Más allá de las limitaciones del modelo mencionado, se destaca un aspecto dejado de lado por los debates actuales en términos de la política económica. El problema de la economía argentina no se encuentra en los errores circunstanciales de un gobierno en particular (los errores solo complejizan el problema) sino en la imposibilidad estructural de conciliar las pretensiones económicas de la sociedad con las capacidades productivas de la misma. De allí que sea posible observar una divergencia entre el equilibrio político y el económico en términos de un conflicto recurrente.
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