La última carta

La última carta

 El Frente de Todos juega su última carta, a todo o nada. Después de Sergio Massa como superministro de Economía y afines no hay más nada. Si el oficialismo acierta, habrá enderezado el barco y llegará con otras perspectivas hacia 2023 con una economía más saneada. Si falla, el destino estará sentenciado.

 Alberto, Cristina y Massa saben que no hay más tiempo, que la paciencia social ya alcanzó su límite y que las respuestas ante la crisis financiera y política no pueden esperar. Ahora o nunca.

 La salida de Martín Guzmán generó un cimbronazo que persiste hasta hoy. Los cimientos del oficialismo se movieron hasta agitar las estructuras e inclinar el edificio. Para enderezarlo, la única alternativa posible debía llegar de la mano de la política. Porque a la crisis cambiaria, con inflación y pérdida del poder adquisitivo en la economía real, la profundizó el permanente internismo y desacuerdo de los principales socios de la coalición gobernante. Dos palabras resumían las necesidades del Gobierno: unidad y resultados.

 La primera parte la consiguió en la tarde del jueves, con una reestructuración profunda del gabinete y un superministro que administrará áreas claves en el manejo de la política económica. Y tendrá el aval de Alberto Fernández y Cristina Fernández. El Presidente vio reducida su cuota de poder, debió ceder ante la avalancha desatada por la salida de Guzmán, a quien había bancado pese a las críticas constantes de sus socios. Un Presidente que no quería compartir las decisiones en el Poder Ejecutivo, y no le quedó otra posibilidad que ceder la pretensión ante el inminente colapso político y económico. 

 Cristina también se subió al barco y talló cada uno de los nombramientos. Veremos ahora si también acuerda con las políticas que impulse Massa. Se supone, luego de semanas de incertidumbre, que el programa económico ya fue consensuado de antemano. La vicepresidenta recupera protagonismo desde la gestión y salió al rescate de un mandatario debilitado en todos los frentes. También lo hizo por su propia supervivencia, nadie salvaría la ropa ante un nuevo fracaso.

 Y, finalmente, Massa. Que arrancó en los 90 en la vieja Ucede de Alsogaray, luego se afilió al peronismo de la provincia de Buenos Aires y desembarcó a principios de siglo en la Anses, cuando la presidencia la ejercía Eduardo Duhalde. Continúo en el cargo en los años de Néstor Kirchner, después fue elegido intendente de Tigre, tuvo un breve paso por la Jefatura de Gabinete de la Nación entre 2008 y 2009 (paradojas de la vida, reemplazó a Alberto Fernández tras la crisis por la 125), volvió a Tigre y en 2013 enfrentó al kirchnerismo por primera vez en las urnas. Le ganó a Martín Insaurralde, buscó la presidencia en 2015 pero quedó tercero en la primera vuelta detrás de Daniel Scioli y Mauricio Macri. Y en 2019, luego del coqueteo con los “peronistas federales”, terminó retornando al espacio que lo cobijó allá en los primeros años de su carrera política. Claro, ya como socio fundador del Frente de Todos y no como un simple espectador. 

 Ese Massa, que fue y vino en lo político, que acordó y desacordó, que criticó duramente al kirchnerismo y que ahora lo tiene de aliado, ese mismo Massa tendrá la responsabilidad de apostar todo a ganador, un pleno a suerte o verdad. No tiene cuatro años para manejar la economía, pese a no ser economista, pues le resta apenas un año y medio. Y menos tiempo aún sí consideramos la fecha de las elecciones presidenciales. Si fracasa, el Gobierno no tendrá de dónde echar mano. Es la última carta.

 El giro fiscalista y ortodoxo de la ahora exministra Silvina Batakis, seguramente lo profundizará el nuevo superministro para ordenar las cuentas públicas. Massa es un dirigente peronista más ligado a la ortodoxia, pro-mercado, con buenos vínculos con Estados Unidos. Deberá resolver los pendientes nacionales (dólar, inflación, salarios, cosecha, importaciones, energía, subsidios); y los pendientes internacionales (con todos los organismos de crédito, fundamentalmente con el Fondo Monetario Internacional, a quien deberá rendirle todas las cuentas).

 La política en su conjunto se impone sobre los tecnócratas de la economía, según la mirada del oficialismo. La política define modelos de sociedad, maneras de gestionar el Estado, la administración de los recursos públicos. La economía solo gestiona ese modelo ideológico. La derecha o la izquierda no son categorías económicas, son políticas. Luego la economía emplea las herramientas para ejecutarlas.

 Para muchos, Massa siempre estuvo en la avenida del medio, en lo económico y en lo político. Para otros, simplemente se dedicó a buscar la mejor tajada. Hoy está ante su gran oportunidad. Si acierta, no solo habrá calmado a los mercados y a la sociedad, sino que seguramente se erigirá como candidato a presidente. Lo sabe y por eso acepta el reto. Si no acierta, su carrera política comenzará a declinar. Con todo el poder político a su favor, o al menos así aparenta en estas primeras horas, no puede fallar. Por su bien, y sobre todo, por el de todos nosotros.

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