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En 2015, con un mejor nivel de vida que en la actualidad, la sociedad argentina decidió cambiar y Mauricio Macri se convirtió en presidente tras 12 años de kirchnerismo. Su gestión apenas duró 4 años, con pésimos resultados económicos. Alberto Fernández ganó los comicios en 2019, pero el peronismo tampoco pudo reelegir tras internas permanentes y desastrosos resultados económicos (150% de inflación lo dicen todo). La gente vota, pero no otorga cheques en blanco.
El libertario Javier Milei ganó el balotaje el pasado domingo y se convierte en el primer presidente de ese signo político electo en nuestro país. Ya sabe que si no muestra cambios en la política económica, que efectivamente llegue al grueso de la población, su estadía en la Casa Rosada será de apenas 4 años. El ciudadano premia o castiga con su voto. Premia cuando los oficialismos han evidenciado gestión y resultados; y castiga cuando sucede lo contrario. Ya nadie “come vidrio”.
Un voto no es un cheque en blanco. La legalidad dura 4 años, la legitimidad se construye todos los días. Hoy Milei es legal y legítimo por el 55% de los sufragios, pero la legitimidad puede crecer o decrecer en función de la marcha de la gestión. Por el bien de todos nosotros, ojalá le vaya bien y la Argentina recupere el camino del crecimiento y la estabilidad.
Asimismo se vienen meses duros. De shock. Ya lo dijo el mismo presidente electo, “no hay lugar para el gradualismo”. En la misma línea se expresó Mauricio Macri, ahora aliado de Milei, cuando tiempo atrás se le preguntó qué haría de diferente si le tocara nuevamente ser presidente y respondió “lo mismo, pero más rápido”.
Esta nueva alianza de derecha no viene a especular, tiene un plan de ajuste y los votos que lo avalan. A diferencia de Macri, Milei no mintió. Siempre dijo lo que haría. Y el ciudadano, cansado de los errores permanentes “de la casta”, para hablar en términos libertarios, decidió un camino diferente a la política tradicional. Milei es un outsiders, que en apenas dos años construyó un partido propio y tras ser diputado nacional por la Ciudad de Buenos Aires, se alzó la primera magistratura en una elección histórica.
Milei ya habló de devaluación, privatizaciones, fuerte recorte de los gastos del Estado, liberalización de la economía y reducción impositiva. No son ideas nuevas, en Argentina se aplicaron durante el Siglo XX en gobiernos democráticos y dictatoriales. Sin embargo, esta vez llegan de la mano de un partido nuevo, con un dirigente nuevo, sin experiencia en la gestión pública.
Allí radica la credibilidad. Si lo mismo propone otro candidato, de partidos tradicionales, la confianza de la población no sería la misma en este contexto de hartazgo, impotencia y frustración. La gente le creyó a Milei, a pesar que no son ideas revolucionarias ni muchos menos. Es un clásico programa neoliberal como aplicó Carlos Menem en los 90 (al que Milei califica como el mejor gobierno de la historia, con Domingo Felipe Cavallo como ministro de Economía, hoy uno de los asesores principales del libertario), con rostros diferentes y pelos al viento.
Milei dice que no se puede arribar a resultados diferentes si se aplican las mismas políticas. El gradualismo le fracasó al macrismo y al peronismo. Llega el turno de shock, como lo hizo Menem con la convertibilidad. Conocemos el marco teórico del plan de Milei, aunque no en su profundidad práctica. Si elimina el Banco Central y dolariza la economía habrá generado un cambio histórico, casi irreversible, que le modificará la vida a generaciones enteras. Menem no pudo mantener la convertibilidad con recursos genuinos, la deuda externa para sostener la paridad lo pasó por encima. De la Rua pagó los platos rotos. Las consecuencias de ese proyecto económico y político terminaron con la peor crisis de la historia, con muertos en las calles y millones de pobres.
Milei tiene el desafío de generar resultados diferentes con políticas ortodoxas híper conocidas. Tiene que desafiar incluso su propia frase. Los 90 están cerca para los mayores de 30, un mundo desconocido para los menores. El nuevo presidente deberá generar los consensos necesarios en el Congreso para sacar leyes claves para su proyecto político, una tarea complicada por la actual conformación de ambas cámaras. De hecho, el peronismo mantiene la primera minoría en Diputados y Senadores.
El nuevo gobierno genera esperanzas y expectativas. Ganó en 21 de las 24 provincias. Deberá cumplir con su promesa de estabilización. Si no la cumple, el 2027 no está tan lejos en el tiempo. Cuatro años son suficientes para cambiar la historia, no hace falta esperar 35 y ser potencia mundial.
Milei no tiene votos en el centro y menos en el progresismo o la izquierda. Solo el ala dura del Pro le asegura acompañamiento. Sin embargo, una cosa es la dirigencia y otra la ciudadanía en este tipo de casos. Muchos argentinos cansados de la mala situación económica votarán por Milei. Seguramente no quieren privatizar la educación pública y la salud, y menos vender órganos, niños o armas, pero sí quieren cambios en la economía diaria. Es legítimo el hartazgo de la población luego de una década de desastre económico, solo que la posible solución puede generar un peor remedio que la enfermedad misma.
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