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Sin el pan y sin la torta

 Juntos por el Cambio Córdoba es el manual de lo que no se debe hacer en política. De tener elecciones “casi” ganadas en la Provincia y en la ciudad de Córdoba, a perder absolutamente todo en menos de un mes y quedarse así con las manos vacías. Y ese manual de horrores salpicó a la dirigencia nacional que vino “al pedo” a festejar el triunfo de Rodrigo De Loredo, como él mismo admitió en el escenario, y en cambio se llevó una durísima foto derrotista a tres semanas de las Paso.


 Lo contrario, el PJ cordobés. Luego de 24 años en el poder, sin José Manuel De la Sota y sin Juan Schiaretti en las listas, la oposición tenía al oficialismo entre las cuerdas y con poca reacción. Pero como buen boxeador, avezado, con picardía, hábil, sacó “dos manos” de nocaut en el último asalto y mandó a la lona al oponente amarillo. Un nocaut inolvidable, que lo fortalece para los próximos años con la inminente renovación que plantea Martín Llaryora y su gente. 


 Pero vamos por partes. Las victorias y las derrotas se explican con argumentos. No hay casualidad, hay causalidad. Una sucesión de buenas o malas decisiones conllevan al resultado final. Arranquemos por Juntos el Cambio.


 El escenario no le podía ser más favorable. En las legislativas 2021 sacó el 50% de los votos, la fórmula Juez-De Loredo parecía imbatible y el PJ arrastraba en la gestión el desgaste propio de 24 años ininterrumpidos. Además, como se dijo, sin De la Sota y Schiaretti en la competencia. Pero la ambición y los egos políticos pueden más que cualquier raciocinio. Nadie acepta ser “2”, todos quieren ser “1”, así no tengan ningún poder real más allá de la supuesta popularidad.


 Juntos por el Cambio comenzó a perder ambas elecciones el día que De Loredo se fue de la fórmula con Luis Juez porque suponía “mejores chances” para ganar en la Intendencia de Córdoba. Encuestas en mano, Juez lideraba la intención de voto en la provincia y De Loredo en la capital. De cumplirse el pronóstico, el juecismo-radicalismo (y algo de macrismo) se quedarían con la conducción de ambos Estados. A lo sumo, Juez perdería y De Loredo ganaría cómodo en Capital. Las encuestas hablaban de una diferencia de más de 30 puntos en favor del diputado radical sobre Daniel Passerini.


 Pregunta: ¿Ganando la Provincia primero, con la fórmula conjunta, no sería más fácil luego generar un “efecto arrastre” con el candidato a intendente, sea quien sea? El mejor ejemplo estuvo del otro lado. Ganó Martín Llaryora la gobernación, luego Passerini la intendencia. No hay que ser ningún genio ni estudioso para darse cuenta de esta obviedad.


 ¿Quién puede pensar que perdiendo el Gobierno provincial luego se puede ganar el municipal con pocos días de diferencia, más aún con un peronismo que ahora encontró su fortaleza en la Capital? El votante pedía por Juez-De Loredo, no Juez y De Loredo por separados. Pero en política nadie acepta ser segundo. Todos son hijos del ego y el ego no perdona.


 El peronismo, aún contra las cuerdas, sacó sus mejores golpes. Primero “robó” algunos dirigentes del radicalismo y el Pro para anunciar una ampliación de la coalición; un sector de intendentes K jugó en silencio para sumar votos del interior profundo; desdobló la elección provincial de la municipal cordobesa (temiendo que De Loredo le traccionara votos a Juez); y finalmente utilizó toda la artillería publicitaria y marketinera para instalar un candidato poco conocido en el interior. Jaque mate. Así de simple y contundente. En el PJ cordobés nadie patalea ni reniega por ser segundo en la fórmula. Schiaretti y Llaryora fueron vices antes de ser gobernador. 


 En política, “lo primero” es lo más importante; y después se genera un “efecto arrastre” hacia abajo. Nunca pasa al revés. O rara vez pasa al revés. Las elecciones las empezó perdiendo Juntos por el Cambio y las terminó ganando Hacemos Unidos por Córdoba porque aprovechó todos los errores del rival (incluso el escandaloso cierre de listas o el pedido de Larreta para que Schiaretti se incorpore a la oposición nacional) y potenció su fortaleza territorial, publicitaria y sobre todo política. Como hace dos décadas y media, el PJ lee mejor el escenario cordobés que la oposición y además cuenta con todos los recursos del Estado para usufructuar esa superioridad en el campo de política en el sentido más político de la palabra. 


 Los dirigentes nacionales de Juntos por el Cambio vinieron “al pedo”, es verdad, porque también contribuyeron al pésimo armado provincial. Y además se llevaron otra frase demoledora de Llaryora: “Los pituquitos de Recoleta”. Vencidos y humillados. Si en el plano nacional subestiman al peronismo como lo hicieron en Córdoba, el resultado puede ser igual de sorprendente.

Martín Alexis Alanis.

Foto gentileza de "perfil" 

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