Gill le ganó a Acastello y Juez les ganó a todos

Gill le ganó a Acastello y Juez les ganó a todos

Sin pegar un solo afiche propagandístico, con apenas un par de visitas a la ciudad en el marco de la campaña electoral, el “juecista” Luis Juez les ganó a dos grandes aparatos peronistas y a la estructura partidaria macrista-radical. Sí se vieron pequeños carteles de Rodrigo De Loredo en postes de luz, pero nada más. Las cabezas de listas en el tramo senadores y diputados de Cambiando Juntos, el espacio interno que compitió en la Paso del pasado domingo, se alzaron con una contundente victoria en todo el territorio provincial. Villa María y el departamento San Martín no fueron ajenos al extraño fenómeno.

 Todo resultado electoral tiene múltiples lecturas. También múltiples causas para explicarlo. En política no hay ciencia cierta, hay interpretaciones. La política, o los actores políticos, siempre miran el vaso medio lleno. Jamás admitirán una derrota, o una baja performance y buscarán cualquier elemento que les permita ser optimista del presente y del futuro. Igual, hay excepciones a la regla. El Gobierno nacional sí parece haber comprendido la magnitud de la paliza en las primarias y anuncia para los próximos días medidas económicas para atender a los sectores más afectados por la pandemia. Un manotazo de ahogado para cambiar el curso de una historia (casi) sentenciada en las legislativas 2021, de consecuencias fiscales impredecibles.

 Pero volvamos a la ciudad. Y hablemos del vaso medio lleno. Martín Gill le ganó “la interna” peronista a Eduardo Accastello y festejó como sí hubiera ganado la ciudad y la provincia. En Villa María venció Luis Juez y Rodrigo De Loredo, por si alguno todavía cree lo contrario. ¿Tenía motivos Gill para celebrar así? Sí, venció a Accastello y a la estructura partidaria del PJ provincial, que el miércoles anterior cerró la campaña en la Rural con el propio gobernador Juan Schiaretti. ¿Resolvió de este modo la interna y la conducción partidaria? También. Salvo un milagro, de esos que suceden muy pocas veces tras una Paso, en noviembre ratificará los resultados y quedará en segundo lugar en la general y otra vez por delante de Accastello.

 Si en Villa María se jugaba la conducción partidaria y el territorio, Gill lo consiguió. Esa es una verdad.

 Pero también está la otra verdad. O el otro vaso medio lleno. Salió segundo en la ciudad que lo tiene como intendente en uso de licencia; que además bajó millones de pesos como secretario de Obras Públicas de la Nación en obras en ejecución y por ejecutar; y con una inmensa estructura publicitaria en la vía pública y en las redes sociales. Pero además en el plano provincial no superó la media del kirchnerismo en elecciones legislativas, con apenas 11 puntos. Un número que al Frente de Todos le alcanza para conservar la banca de 2017, pero pierde la única de senadores. Al igual que en todo el país, el Gobierno también fue castigado duramente en Córdoba.

 Por su parte, Accastello aseguró el domingo a la noche que revertirían el resultado en las generales de noviembre. A excepción del caso Rodríguez Saá en San Luis (2017) o la recuperación de 7 puntos de Mauricio Macri en las presidenciales (2019), la experiencia de las generales con respecto a las Paso indica todo lo contrario. Aquel que ganó, por el propio envión triunfalista de muchos ciudadanos, terminan obtenido más votos que en las primarias. Y aquellos que sacan pocos sufragios los conservan o bajan. El PJ cordobés hizo una aceptable elección en el plano provincial, redondeando unos 24 puntos, aunque fue pobrísimo el resultado en la ciudad. Apenas un 16% de los sufragios, con todo el aparato publicitario a disposición, con la visita incluso del propio gobernador y la figura de Accastello (actual ministro de Industria) jugando como si fuera una elección municipal. El accastellismo ahora no puede reclamar ni la conducción partidaria, solamente tiene la llave para decir sí o no a un futuro pedido de licencia de Gill. En términos políticos, al menos en este tiempo, se quedó sin herramientas para imponerse sobre el gillismo. Las urnas fueron contundentes.

 En 2019, Gill obtuvo el 54% de los votos, el domingo 22%. En 2011, Accastello alcanzó el 55%, 10 años después el 16%. Son elecciones de naturaleza diferente, con otros intereses y otros tiempos políticos, pero negar la baja en la popularidad de los principales referentes justicialistas de los últimos 25 años sería mirar la película con otros lentes. Gill festejó sumar más que Accastello, al menos tiene algo para festejar. Y la militancia también lo sintió de la misma manera. Le ganó a la verdadera oposición, la interna. Aunque lejos estuvo de esos votos que inundaron las urnas en 2015 y 2019. Muy lejos, además con un Gobierno nacional muy golpeado. Accastello apenas se conformó con destacar el triunfo en los pueblos del departamento y nada más. Solo le queda el consuelo de un buen resultado provincial de Hacemos por Córdoba, que le permitirá recuperar una banca de senadores en noviembre.

 Finalmente, la oposición de Villa María no pudo capitalizar la victoria de Juez - De Loredo, sencillamente porque el grueso de los dirigentes de Juntos por el Cambio trabajó para la nómina de Mario Negri y Gustavo Santos. Perdieron casi todos (a excepción de los cuatro o cinco que recibieron a los ganadores en la previa de las Paso) y ahora no les quedará otra alternativa que subirse al barco del juecismo para celebrar en las generales. Sin una referencia clara y con proyectos políticos que no terminan de confluir, el macrismo y el radicalismo de la ciudad siguen naufragando en un barco que no encuentra el faro. Votantes tienen, y de sobra, un piso mínimo del 35% en municipales y del 50% en nacionales. Sin embargo, ninguno de los actores logra el consenso del resto y así se les pasan los meses, los años y las elecciones.

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