Censo: ¿se recupera el Gobierno?

  El Gobierno nacional asegura que el censo ha sido “un éxito” y ahora aguarda por un cambio en la percepción generalizada de la población respecto a la marcha de la gestión, que muestra más números negativos que positivos en las diferentes encuestas publicadas en los últimos meses.

 La expectativa por el censo se consolidó en los días previos y se vivió con suma calma en la jornada del miércoles. Más de 650 mil censistas recorrieron pueblos y ciudades en toda la extensión de la geografía nacional. El censo rural y para personas en situación de calle tuvo lugar días y horas antes del operativo mayor. Las dudas precedentes se disiparon. El censo digital (por primera vez en la historia) ayudó en la recolección de información y ayudará luego en el procesamiento de datos. El Indec tiene hasta un año y medio para analizar lo informado por la comunidad en las 61 preguntas formuladas por el Estado, con entregas parciales de evaluaciones y resultados.

 En lo político, para Alberto Fernández es un respiro. Si el censo hubiera fallado, su gestión quedaría en el foco de todas las críticas. No solo hubiera enfrentado problemas económicos e internos, sino también cuestionamientos generalizados de la población que debió parar una jornada laboral para colaborar con el censo. 

  Por el contrario, la tranquilidad y efectividad en la recolección de datos también trajo alivio y calma en un gobierno flanqueado por todos lados. Hasta los medios más opositores debieron destacar la buena organización del censo más allá de algunos casos puntuales en los cuales el censista obvio domicilios y no entrevistó a los vecinos que esperaban su llegada. Este aspecto fue rápidamente corregido con nuevas formas de completar las planillas a través de la virtualidad o con llamados a un 0800.

 Alberto Fernández lanzaría su candidatura presidencial en el último trimestre del año. Algunas crónicas periodísticas porteñas señalan que el círculo cercano del Presidente confía en una mejora en los ingresos de la población, acompañado por una reducción de la inflación en un 50 por ciento respecto a los números de los últimos meses. Hacia finales de 2023 el Gobierno espera un alza de precios de 3% mensual, con fuertes repunte en el consumo y en el crecimiento de la actividad económica. Ese contexto oficiaría de plafón para el sueño presidencial de Alberto F.

 Asimismo, y si estas previsiones se cumplen, el mandatario deberá sortear primero la mala calificación que la sociedad argentina le otorga a su gobierno (más del 60% lo considera negativo) y a su figura (también por encima del 60%). Además es el socio minoritario en la coalición gobernante, ya que el grueso de los votantes pertenecen al kirchnerismo (o Unidad Ciudadana, el nombre reflotado por Cristina al dividir el bloque en Senadores) y al massismo (o Frente Renovador).

 Alberto ha comenzado a levantar los cimientos de su escasa estructura política partidaria. Ya organiza actos y le responde a Cristina y sus delfines. Llegó a la presidencia por decisión de Cristina Fernández de Kirchner para que, con su perfil conciliador, conquiste los votos de las clases medias desencantadas con el macrismo, pero reacias a votar directamente a la exmandataria para ocupar nuevamente el Sillón de Rivadavia. 

 Los votos de los tres socios en el Frente de Todos le permitieron al actual oficialismo retornar a la Casa Rosada en 2019. Pero llegó la pandemia, se profundizó la inflación, la interna partidaria y otros aspectos conflictivos de la vida social como la inseguridad, y la esperanza de los primeros meses de gobierno se convirtieron en desilusión en vastos sectores de la sociedad.

 La recuperación del oficialismo nacional dependerá de su propia acción de cara al año electoral venidero. No solo deberá exhibir mejoras en los ingresos de sectores formales e informales, baja en la inflación y aumento de la actividad económica, sino también centralidad en la acción política al mostrar gestos de cohesión y coherencia a pesar de las diferencias. Para eso, las principadas espadas políticas de cada sector estaría por estas horas definiendo la conformación de una mesa chica del Frente de Todos. Ya se creó en la provincia de Buenos Aires, se busca hacer lo propio en Córdoba y en la Nación serviría de herramienta para contener a los tres espacios y bajar el nivel de conflictividad interna.

 Se da por descontado que el oficialismo utilizará las primarias en 2023 para dirimir candidaturas. Sería extraño que un Presidente, si finalmente decide buscar la reelección, enfrente una contienda interna abierta. No obstante, el kirchnerismo parece obstinado en jugar esa carta salvo que aparezcan los consensos en torno a otras figuras, que pulvericen la decisión de Alberto de continuar. Por ejemplo, los nombres de Sergio Massa, Axel Kicillof o Jorge Capitanich. Tal vez pueda haber otros en el tablero.

 Caso contrario, cada sector político propondrá un candidato y en las urnas se definirá el presidenciable que compita en octubre. 

 No obstante, sea quien sea el candidato, por consenso o por internas, si el oficialismo en términos generales no encauza la gestión económica, política y social en los próximos meses, cualquiera de las expresiones afrontará una elección durísima. La oposición por derecha, con el grueso de Juntos por el Cambio; y por extrema derecha, con los libertarios; se muestran competitivos en las generales de octubre y con serias chances de ganar en primera o segunda vuelta. 

 Alberto espera que el censo sea el puntapié inicial de la recuperación de su gestión; el kirchnerismo agita la candidatura de Cristina; y Massa aguarda convertirse en el hombre del consenso. En el mientras tanto, la población demanda mejoras urgentes. Sin economía, en este país, está demostrado que no hay política victoriosa en las urnas. El bolsillo es clave. Jugar a “la internita” solo lleva al fracaso seguro.

Martin Alexis Alanis.

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