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Cuando pensamos en startups, solemos imaginar oficinas pequeñas llenas de energía, gente joven trabajando en tecnologías innovadoras y un ambiente de constante experimentación. Entonces… ¿Puede una multinacional como Starbucks considerarse una startup?
La respuesta corta es: no, Starbucks no es una startup. Veamos por qué.
Para entender esto, primero tenemos que definir qué es una startup.
Una startup es una organización diseñada para buscar un modelo de negocio repetible y escalable, operando en condiciones de extrema incertidumbre. Las startups son experimentos en búsqueda de una forma de crear valor de manera sostenible, con alta capacidad de adaptación y foco en el crecimiento acelerado.
Cuando Starbucks abrió su primera tienda en 1971 en Seattle, podríamos decir que cumplía con algunos de estos criterios. Era un negocio pequeño, innovador para su época y con una propuesta clara: vender café de alta calidad en un ambiente diferente. Pero Starbucks dejó de ser una startup hace décadas. Hoy es una corporación consolidada con más de 35.000 tiendas en todo el mundo, un modelo de negocio probado y una estructura jerárquica bien definida.
Con más de siete años de experiencia liderando equipos y resolviendo los desafíos del emprendimiento, he aprendido que lo que define a una startup no es solo su tamaño o su juventud, sino su misión y su manera de operar.
Las startups viven en un constante estado de prueba y error, algo que empresas como Starbucks dejaron atrás hace mucho.
Esto nos lleva a reflexionar: ¿Qué pasa con empresas que se expanden pero mantienen un espíritu emprendedor? Aunque Starbucks sigue innovando en productos y experiencias, su escala y estabilidad financiera la separan del concepto tradicional de startup. Ya no está buscando su modelo de negocio; lo encontró hace mucho tiempo y lo optimizó hasta el extremo.
Ahora bien, hay quienes argumentan que algunas áreas dentro de Starbucks operan como startups. Por ejemplo, equipos dedicados a desarrollar tecnología o nuevas líneas de productos. Estas iniciativas tienen una filosofía más alineada con el mundo startup, ya que exploran terrenos inciertos y buscan innovación rápida. Sin embargo, esto no transforma a toda la empresa en una startup.
Entonces, aunque Starbucks no sea una startup, sigue siendo una fuente de inspiración para emprendedores. Su capacidad para innovar y adaptarse en un mercado competitivo demuestra que los principios de una startup pueden aplicarse incluso en gigantes corporativos.
La lección aquí es clara: no importa si sos una pequeña startup o una empresa global, lo importante es mantener el foco en crear valor y adaptarse a los cambios. Al final, el espíritu emprendedor no tiene límites de escala.
Francisco Marinaro
Emprendedor y fundador de
dos startups en el mundo EdTech.
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