La guerra que derivó híbrida

La guerra que derivó híbrida

Artículo de colaboración por Marcelo Montes (*), para revista Claves

El 24 de febrero pasado, fue una sorpresa para la mayoría de los analistas, que Rusia invadiera militarmente Ucrania por el noreste y mucho más aún, cuando esa misma noche, bombardeara las principales ciudades del centro del país. Lo que nadie preveía: la ofensiva suponía una guerra convencional, de un ejército enfrentado al otro, en territorio abierto, aún incluyendo ciudades. Sin embargo, a más de 2 meses de aquel inicio, más allá de las numerosas hipótesis estratégico-bélicas que puedan hacerse, ese conflicto derivó en uno “proxy” o híbrido, donde se combina la intimidación militar con otros medios como la explotación de vulnerabilidades económicas y políticas, como también a través de medios diplomáticos o tecnológicos, lo cual supone una prolongación sine die de la guerra.

Es que toda guerra es un proceso y ésta no lo es menos: no puede entendérsela sin la necesaria conexión con el conflicto civil iniciado en abril de 2014, pos Euromaidán: fue el ejército ucraniano, el que pretendió sofocar a sangre y fuego, aunque infructuosamente, al cabo de 8 años, la rebelión de las regiones del sudeste rusoparlante que dependen industrial y comercialmente de Rusia. Esa guerra arrojó 14.000 muertos y millones de desplazados internos y externos (a Rusia y Alemania), pero fue ignorada por los medios occidentales. Allí vamos entonces a la segunda dimensión de esta guerra, no sólo analizable militarmente: la mediática.

Así como la Guerra del Golfo Pérsico en agosto de 1990, supuso la primera en la era de las nuevas tecnologías de la información y las grandes cadenas globales como CNN, éste es el primer conflicto que se vive en la era de las redes sociales, el Whatsapp, el Viber y el Tik Tok, entre otras. Esto supone una nueva forma de difundirla, mucho más inclinada a reforzar la propaganda de un bando y del otro, sin distinción. Lo que resulta claro, que así como en el terreno militar, Rusia mantiene la iniciativa y no puede perder -políticamente- la guerra, aunque son inciertas las formas en que operará esa victoria, los alcances y los costos de la misma. En el campo mediático, la gran ganadora moral es Ucrania, por distancias siderales. Haber sido “agredida” por un rival histórico superior, le permite victimizarse y granjearse el apoyo de todo “Occidente”, empeñado en una campaña fuertemente rusofóbica y antiputinista.

En el tercer nivel de análisis, se halla la economía. Al tratarse de dos productores mundiales de alimentos -y en el caso ruso, de energía- nada bueno puede esperar el resto del mundo, de continuar la conflagración en el tiempo. A la subida de precios internacionales, el peso de las sanciones que modificará por varios meses -y años- la relación ruso-europea, perjudicándolos a los dos, se puede agregar las dificultades logísticas y de abastecimiento, ya complicadas a partir de la salida de la pandemia. Todo ello podría derivar en desabastecimientos básicos, crisis alimentarias y según las regiones, tensiones sociales, ya percibidas en otros momentos similares de la historia. 

De todos modos, hoy ya es tarde para lamentos. La guerra era evitable porque los esfuerzos diplomáticos no fueron suficientes, en comparación con los fogoneos de un lado y del otro, instando a la OTAN a intervenir en suelo ajeno y a Rusia, minándole su paciencia de décadas, respecto a una ampliación de aquélla, que estuvo lejos de ser consensuada. 

Sin embargo, en esta hora, la mejor contribución que podemos hacer desde nuestro lugar, es promover la neutralidad de los países, sobre todo, del nuestro; ayudar a que ambas naciones hermanas en el corazón cultural eslavo depongan posiciones extremas y finalmente, aislar a aquellas elites que buscan el choque y no la cooperación. Serán los modos de evitar que este tipo de capítulos sangrientos de la historia humana, vuelvan a escribirse, con la amenaza que supone incluso uno de mayor envergadura, si se pasa a la fase nuclear. No sólo Europa estará amenazada allí, sino toda la especie humana.

(*) Dr. en Relaciones Internacionales (UNR), profesor universitario (UNVM-UNR) y miembro del CARI.

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