A dónde van las pilas

Las pilas han sido un recurso muy presente en la vida de las personas. Linternas, controles remotos, relojes y un sinfín de dispositivos funcionan gracias a esta unidad energética. Pero a su vez se ha convertido en un gran contaminante, al ser desechada sin un tratamiento previo, o peor, sin considerar la opción de reciclarla. Agua, suelo y aire reciben grandes cantidades de sus componentes, y la gravedad de su toxicidad todavía no ha sido dimensionada en su totalidad. 

La pila es un dispositivo en cuyo interior la energía química se convierte en corriente eléctrica. Mientras que la pila es una sola unidad energética, la batería es un sistema más complejo de estas unidades conectadas entre sí. En cuanto a su composición, contienen al menos siete elementos tóxicos para el ambiente y la salud: mercurio, cadmio, níquel, litio, manganeso, plomo, y zinc. Al ser descartadas llegan a los vertederos, donde se degradan y liberan estos metales pesados que contaminan el suelo, aire y agua, incluso los alimentos que consumimos. 

Entre los daños a la salud que causan estos compuestos se encuentran: ceguera, pérdida de la memoria, problemas en riñones, y en el caso de embarazadas, el mercurio puede acumularse en la placenta, provocando severos daños en los órganos del recién nacido. Otro dato referencial es que una sola pila de tipo botón, empleada en relojes pulsera, puede llegar a contaminar toda el agua de una pileta olímpica.  

Actualmente existen dos métodos para reciclar pilas, pero ambos son altamente contaminantes. La técnica hidrometalúrgica, consiste en triturar y separar los componentes para luego, mediante tratamientos con ácidos, obtener los metales pesados. Este proceso arroja aguas residuales con compuestos tóxicos y escape de gases a la atmósfera. En tanto, la técnica pirometalúrgica implica procesos de calcinación y refinación a altas temperaturas; liberando también diversos gases nocivos y aguas residuales con escorias de metales.

Aunque el panorama no resulte alentador, a veces surgen ideas innovadoras que traen consigo esa ilusión de que no todo está perdido. Tal es el caso de la Planta Piloto de Tratamiento de Pilas, la primera y única de este tipo en el país, perteneciente a la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata y a la Comisión de Investigaciones Científicas (CIC) de la provincia de Buenos Aires. Ubicada en la localidad de Gonnet, fue creada en 2012 para recuperar y reutilizar los metales de las pilas, disminuyendo así la explotación minera y la contaminación ambiental.

En primer lugar, el proceso contempla la clasificación por tamaño de las pilas agotadas (AAA, AA, C o D), resaltando que no se trabaja con pilas recargables. Luego se corta la carcasa de hierro que recubre las pilas, para recuperar sus componentes, entre ellos, los metales. Para esto se emplea una solución de ácido sulfúrico generada por un proceso biotecnológico, es decir, a partir de la oxidación de azufre con bacterias en un reactor. 

Este ácido obtenido por métodos microbiológicos es más sustentable respecto al ácido comercial, ya que su producción requiere temperatura ambiente y presión normal, no genera contaminación y se obtiene en la concentración adecuada, evitando así el transporte de sustancias peligrosas.

De este modo, el medio ácido extrae los metales de las pilas liberando un lixiviado que luego se filtra para obtener finalmente óxido de manganeso y carbonato de zinc; el primero se utiliza en la industria del acero y el segundo en la industria alimenticia, farmacéutica y en la construcción, entre otros. 

Por último, a partir de esta Planta Piloto hay nuevas líneas de estudios que se encuentran fabricando pinturas antimicrobianas y antifúngicas empleando el carbonato de zinc como materia prima.


Así como fue posible concretar este tipo de proyectos, se puede pensar a mayor escala; con un Estado que asuma su responsabilidad de proteger a la población, invirtiendo en innovación, investigación y desarrollo. Este tipo de modelos de economía circular necesitan proyectarse a largo plazo, en un marco sólido de sustentabilidad y sostenibilidad. Junto a esto, la sociedad debe aportar su compromiso cambiando los patrones de consumo. El esfuerzo es entre todos, y empieza por cada uno elegir en qué futuro quiere vivir.

Soledad Santa Cruz.

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