Energías Renovables: transformando la producción para reducir el impacto ambiental

Frente al cambio climático, el futuro de la humanidad y la biodiversidad, depende de cómo modifiquemos nuestros hábitos de consumo y, por sobre todo, el método de obtención de energía. En este último aspecto, las Energías Renovables se consolidan como el frente de batalla contra la descarbonización de las economías mundiales, es decir, la transición energética por parte de los países que asumieron dicho compromiso en el Acuerdo de París 2016. El objetivo axial del convenio es mantener la temperatura global por debajo de 2°C respecto a los niveles preindustriales, aplicando entre otros puntos, las opciones energéticas renovables.

Una fuente de energía es renovable si puede regenerarse de manera continua, sin intervención humana y de manera espontánea e inagotable en la naturaleza. Además, se diferencia de los combustibles fósiles ya que no produce gases de efecto invernadero. La innovación tecnológica se suma a la ecuación que persigue la mejora continua, con centrales de generación más eficientes, brindando electricidad con acceso constante y seguro, para llegar a todos los rincones del planeta. 

La energía solar y eólica lideran la punta en cuanto a la capacidad de generación renovable. La fuerza del viento es captada por un aerogenerador, un diseño moderno de los antiguos molinos. Al soplar el viento con intensidad activa las palas cuyo movimiento acciona un rotor, transfiriendo dicha energía mecánica a un alternador, que la convierte en electricidad. Luego la corriente se conduce a un transformador que la pone a disposición de la red.

La radiación del sol es posible convertirla en electricidad gracias a la célula solar, un dispositivo que trabaja bajo el fenómeno de efecto fotovoltaico. Las células solares, agrupadas en paneles, están recubiertas de un material semiconductor como el silicio, sensible a la luz. Cuando la radiación solar impacta sobre estas unidades, estimula los electrones del silicio produciendo la corriente eléctrica. Los paneles solares se colocan sobre soportes que garantizan el máximo aprovechamiento de la exposición a la luz. A su vez, se conectan a un inversor que transforma la corriente continua producida en corriente alterna para alimentar la red.

La energía hidroeléctrica aprovecha la fuerza del agua y la gravedad, para transformar energía cinética en eléctrica. Para esto necesita de un embalse donde contener la fuerza potencial del cuerpo de agua; junto a un sistema de grandes tuberías que conducen aguas abajo, donde se encuentran las turbinas de la central eléctrica. De esta manera el agua activa las turbinas que están conectadas al alternador, generando energía eléctrica. Luego la electricidad atraviesa un transformador para ser integrada a la red.

El calor de la Tierra se puede canalizar en una central de energía geotérmica, en zonas del planeta donde la corteza es más fina y facilita su extracción. Allí, mediante un eje de extracción de aproximadamente 3.000 metros de profundidad permite que los vapores naturales suban a la superficie, dirigiéndose a la turbina. El movimiento mecánico de la turbina se transfiere a un alternador y se convierte en electricidad, que luego se conduce al transformador y de ahí a la red.

Existen muchas alternativas, como las que aprovechan la fuerza de las olas (undimotriz) y corrientes marinas (mareomotriz), la degradación de la biomasa (biogás), la fermentación de materia orgánica vegetal (bioetanol) o la electrólisis del agua para obtener un vector energético (hidrógeno verde). 

Otro dato para sumar: la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA) informó que a finales de 2022 la capacidad global de generar energía renovable ascendía a 3.372 GW (gigavatios), incrementando el stock de energía renovable en un récord de 295 GW. Esto muestra que las energías limpias siguen creciendo a pesar de las incertidumbres globales en torno a la crisis energética, reforzando la tendencia a la baja en la producción de energía con combustibles fósiles.

Todas las alternativas renovables apuntan a desarrollarse con el máximo potencial, para sumarse a la transición energética que necesita el planeta; y aunque el escenario pueda parecer imposible, es al mismo tiempo, imprescindible.

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