Grupo Mharnes: un tambo sustentable priorizando el bienestar animal
En los 50 años de historia del tambo Grupo Mharnes, sus orígenes distan mucho del actual modelo tecnológico que viene forjando de manera intensiva desde 2018, dando lugar a su línea de productos lácteos Duy Amis. Sus componentes traccionan entre la eficiencia del sistema y el bienestar animal; y a partir de dicha sinergia se desprende una serie de estrategias sustentables que subrayan el compromiso de la firma con el medio ambiente.
“Para que funcione el sistema necesitas darle confort a las vacas, a través de las cinco libertades, priorizando un mayor tiempo de descanso”, indicó el ingeniero agrónomo y asesor del tambo, Juan Monge. Las cinco premisas que optimizan el modelo de estabulación se aplican al animal, el cual debe estar libre de 1) hambre, malnutrición y sed, 2) incomodidad, 3) manifestar su comportamiento natural, 4) dolor, heridas y enfermedades y 5) miedo y estrés.
Bajo esta premisa se diseñaron los galpones donde las vacas se mueven libremente y descansan a diario. Allí es donde gana protagonismo la cama de compost, un colchón hecho a base de residuos de cosecha (chala de maní y maíz), que otorga un ambiente libre, confortable y seco, permitiendo hacer un manejo sustentable del estiércol semilíquido.
“Aproximadamente el 70% del estiércol queda en la cama y se composta, para ser reciclado como fertilizante con alto valor biológico”, sostuvo Monge. Además remarcó que “para regular la humedad y favorecer el proceso de compostaje”, se agrega cáscara de maní para contribuir a la evaporación del agua, “ya que toda la materia orgánica del compost debe secarse y permanecer los nutrientes que abonen el suelo”. Las camas se remueven dos veces por día, facilitando la homogeneidad del sistema que requiere el compost. Luego de dos años se remueven de los galpones y se arman nuevamente, manteniendo el confort del animal.
El 30% restante de lo que defeca y orina la vaca, que sucede mientras se alimenta, se recupera a través de un barrido con escobillas reguladas por un sistema autónomo que las deposita en un tanque homogeneizador, donde se separa el sólido que se destina al playón de compostaje, y la fase líquida o efluente que se almacena en las lagunas de estabilización.
“En las lagunas el líquido se biodegrada al entrar en una fase de 120 días de estabilización”, explicó la asesora externa de la empresa, Gabriela Farabolini. En este sentido sostuvo que “se genera un microsistema donde los microorganismos presentes degradan la materia orgánica”, convirtiéndose en un fertilizante líquido apto para los cultivos.
Ambas lagunas de efluentes, que poseen una capacidad total de 12.5 millones de litros cada una, se aíslan con una geomembrana para evitar la contaminación de las napas de agua. A esto se suma un sistema de monitoreo a través de freatímetros o perforaciones dispuestas aguas arriba y abajo de la actividad productiva, para detectar presencia de contaminantes en las napas, generados por causas internas o externas a la actividad del tambo. “Todas las medidas de acción responden a un plan de gestión ambiental, que son controladas para corregirlas y mejorarlas”, resumió Farabolini.
En paralelo, se complementan otras estrategias que refuerzan el esquema sustentable de la firma. Una de ellas son las cuatro piletas que captan y almacenan el agua de lluvia; para luego utilizarse en el riego o para refrigerar a los animales mediante el mojado en días calurosos. Por otra parte, en el techo de uno de los galpones emplazaron un sistema de paneles solares de 130 kVA de potencia, suficientes para alimentar la red eléctrica de todo el tambo durante las horas de sol; además el predio se encuentra monitoreado por cámaras de seguridad ubicadas en diferentes columnas que también cuentan con su propio panel solar de alimentación. En materia forestal y aprovechando la línea de especies presentes, implementaron una doble hilera de árboles sobre el lateral más cercano a la ciudad; priorizando especies nativas tales como pezuña de vaca, cina-cina, algarrobo y aguaribay, con el objetivo de obtener diferentes alturas y tamaños de copa. Esto permite controlar la acción del viento minimizando su efecto erosivo.
Por último, la gestión de residuos peligrosos cierra el plan de gestión ambiental; y no es menor su ejecución. “Lo que se genera proviene de descartes de medicamentos veterinarios y restos de materiales generados por las tareas de mantenimiento y maquinarias”, explicó el asesor externo del tambo, Martín Atienza. El establecimiento destina un depósito específico para estos residuos; luego una empresa transportista los retira y los lleva a otra que es operadora y se encarga de su tratamiento final; luego esta última emite un certificado para el tambo. “De ese modo cerras el circuito, siendo responsable desde que se genera hasta que llega al operador que lo destruye”, concluyó Atienza.
El sistema productivo tambero que construyó Grupo Mharnes sentó sus bases en el núcleo de la cadena de valor: el confort del animal. A partir de ello sumó lineamientos sustentables que centran sus esfuerzos en el reciclado de nutrientes, fortaleciendo la eficiencia del sistema a la par de mejorar el desempeño de la firma en el compromiso ambiental asumido.
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