Para conocer, comparar y mejorar

Conocí un lugar y me gustaría compartir, me gustaría contarles.

 Las comparaciones son odiosas, reza el saber popular. Sin embargo, a veces nos ayudan a ver las virtudes y defectos propios, copiar, adaptar a los contextos y proyecciones, inversiones y demás.

 El justificativo es para contar un caso fuera del circuito gastronómico villamariense y regional. Semanas atrás estuvimos de paso por Villa Carlos Paz y descubrimos un restaurante en el centro viejo, a poco más de dos cuadras del afamado Cucú: Terra Firma.

Se trata de una construcción que se inició hace cinco años y que lleva año y unos pocos meses. Con formas y líneas que emulan un castillo medieval, de ladrillos rojos a la vista, por la puerta principal se accede a un salón volcado hacia la izquierda, mientras el recorrido invita con un porta continuar el paso hacia el patio, no muy ancho pero profundo, acompañado con una galería con arcos llamativos, diversos en su terminación superior; el patio sube y se encuentran más mesas, dos rampas, una que continúa a un piso superior donde al final y tras cristal se observa una elegante pileta y yacuzzi, murales, fuentes e inscripciones en detalles, instalaciones que responden al hotel que se encuentra en las plantas más altas, que incluyen un mirador. Fascinante. Una estructura de su tipo en un lugar impensado para muchos. Pero vamos a lo nuestro, la comida. Somos cinco y el mozo se acercó, sugirió, porque el día da para pastas aunque estamos de paso, como tantos en esa oportunidad, y hay que seguir viaje. Los ñoquis tienen salsas diversas y una de las opciones es con verduras salteadas. Pedimos una de esas y otra con salsa mixta, bien clásico, para saber bien sobre la producción de esos platos sobre los que nos interesa indagar y revelan mejor las cualidades de todo punto gastronómico. Por otro lado, la sugerencia son las “papas con ternera”, haciendo referencia a bastones con verdeo, huevo y carne desmechada, mayonesa y salsa. Las porciones de ñoquis son enormes, servidas en cuencos de barro; lo demás en tablas para compartir. Sobre de todo. Acompañamos con aguas saborizadas y limonada. Pagamos menos de lo pensado por estar en la perla turística de las sierras. Mucho menos.

 El lugar ya no dispone mesas. Los mozos están a full, una persona reclama, pero los trabajadores del lugar no pierden la compostura.  Es notable la capacitación, también la vestimenta adecuada al ámbito arquitectónico y saben parte de la historia, aportan datos y mantienen una conversación breve, acorde a la requisitoria de los asistentes y administrando el tiempo (propio y ajeno). La cocina está la vista, tras los cristales que resguardan la galería. Es casi un caos, pero no desborda y en las afueras, la moderación disimula todo. Otra señora acude al mesero para solicitar atención y éste responde acompañando a su compañero para reforzar. Lo hacen de manera ordenada y coordinada.

 Un dato aparte: salvo en una mesa en el interior del salón, no se observan botellas de vino. Sí hay bebidas sin alcohol, tragos a base de gin, fernet con coca, pero no hay vino. No es novedoso, sino que pasa en varios lugares que los mozos y mozas no ofrecen nuestra bebida nacional y el público no recibe esa oferta inmediata como pasa con otras bebidas. Teniendo a nuestra provincia como una de las productoras vitivinícolas en muy buena proyección, deberemos acentuar esta tarea.

 Lo que pasa en Terra Firma, pasa en nuestro circuito gastronómico y podría pasar. Hay para copiar, es para conocer, es cuestión de tomar lo bueno y revisar lo otro. No es sólo por comparar.

Franco Gazzoli