PJ: unidad para permanecer

Cuando el peronismo ve amenazada su permanencia en el poder, más allá de sus fracciones internas, automáticamente depone la actitud rupturista y retoma el camino de la unidad. Es el ABC de la política argentina. Las experiencias que terminaron en divisiones dentro del seno justicialista dejaron a sus dirigentes fuera del poder en cualquiera de sus estamentos. 

 La fortaleza del peronismo es la unidad. En Villa María, en Villa Nueva, en Córdoba, en cualquier provincia y también a nivel nacional. La unidad le asegura al menos ser competitivo. Generalmente gana las elecciones. Por eso, en el caso de Villa María, con dos grupos enfrentados políticamente hace varios años y que representan el grueso de la militancia y dirigencia, hablamos del gillismo y el accastellismo, la experiencia de “unidad en la diversidad” se repite una vez más en el marco de acuerdos sujetos con un alfiler, pero sujetos al fin para luego ganar elecciones. 

 No refiere de mucha teoría política para explicar el fenómeno, solo con observar la praxis habitual se pueden exponer una catarata de argumentos. Unidad para permanecer, perdurar, subsistir, aguantar lo máximo posible en el ejercicio del poder. ¿Quién podía pensar que Martín Gill y Eduardo Accastello, tras los comicios legislativos del año pasado, con fuertes cruces discursivos entre ambos, hoy se sienten a negociar las listas de unidad del peronismo local? Las legislativas pueden dividir, las ejecutivas jamás. 

 Esta semana se concretó el primer paso hacia “el camino de la unidad” como lo definió el nuevo presidente del PJ villamariense, el histórico Aldo Paredes. “No hay dudas que iremos unidos”, dijo en relación a los comicios municipales del año próximo. Y así será. Solo los ingenuos en materia política pueden suponer lo contrario. Días atrás, en el Concejo Deliberante, el gobierno provincial respaldó la candidatura a vicepresidente primero del cuerpo a Carlos De Falco, relegando las pretensiones del accastellismo. La presidencia quedó en manos del gillista Pablo Rosso. Luego, en la conformación de las listas para renovar autoridades en el peronismo local y departamental la distribución de cargos quedó en proporciones similares. En el departamento San Martín, el intendente de Pasco, Daniel Delbono, más cercano al ministro de Industria, se alzó con la presidencia. Todos los cargos con la lapicera, hace mucho tiempo que el peronismo no discute su interna en las urnas. Lo mismo sucede en el plano provincial y nacional.

 El desgaste que ocasionó la salida de Gill por dos años de la Intendencia, con las sucesivas polémicas por las licencias eternas, más un gobierno interino que nunca terminó de acomodarse (sumado a la crisis sanitaria generada por la pandemia, que obligó a cambiar planes y prioridades), y además la feroz disputa en las elecciones legislativas del año pasado, dejó al “espacio político que gobierna desde 1999” -como todos repiten- con serias posibilidades de perder en 2023. Lo admiten sus propios dirigentes. Por eso, la unidad ante la amenaza cierta desempolva el manual de las victorias. Salvo un internismo feroz, o una bajada de línea provincial o nacional rupturista, que recrudezca los viejos cruces, el oficialismo tendrá el año próximo un solo candidato. Y será quien más mida en las encuestas, como siempre. 

 En Villa María, la unidad tiene una ventaja adicional. Concentra el voto peronista en un solo candidato (como sucedió en 2019, con el acuerdo Gill-Accastello media hora antes del cierre de listas) frente a una oposición que ni siquiera sabe cómo enfrentará el proceso electoral. El peronismo ya lo resolvió.

Más adelante se enfrentarán por lugares en el Concejo y en el Tribunal de Cuentas, o en un eventual gabinete, pero la unidad no se podrá en discusión. La oposición de Juntos por el Cambio, en tanto, aun no armó la Mesa Villa María, no se sabe quién o quiénes pueden ser los candidatos y no exhiben una sola iniciativa política. Todo eso, a un año vista de los comicios. Si la Provincia vota en abril o mayo, en la ciudad los comicios tendrán que ser un mes antes (¿marzo, abril?) o un mes después (junio) por el tiempo mínimo de 30 días exigido entre una elección y otra, y antes de las nacionales que arrancan en agosto.

 La palabra que más repetirán los dirigentes en este 2022 será “gestión”. No querrán hablar de elecciones en público. Y es lógico, la gestión es la mejor publicidad para luego ser competitivos en las urnas. Sin embargo, en la esfera privada, los escenarios se conversan, planifican y definen. En Villa María ya se trazaron los primeros trazos de la confluencia oficialista con gestos y acuerdos durante las últimas semanas. La oposición, en tanto, lee el manual de la teoría y debate hasta el hartazgo las formas. Deberían pedir prestado al peronismo el manual de la praxis política, que suele resultar más efectivo para ser competitivos y ganar elecciones.

Martin Alexis Alanis

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