Un diciembre bien argento

El pasado 10 de diciembre asumieron las nuevas autoridades gubernamentales en todos los órdenes. No pasaron ni tres semanas. Y lejos de bajar la tensión política y social en la Argentina, producto del inicio de las flamantes gestiones, el nivel de conflictividad va en ascenso.

 Repasamos lo más destacado en el plano nacional, provincial y local, en ese orden: el presidente Javier Milei devaluó un 118%, la inflación aceleró su ritmo a 1% diario y la nafta trepó a casi un dólar por litro. Milei además firmó un Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) que elimina o modifica más de 300 leyes y ahora envió al Congreso de la Nación una ley “ómnibus” con otras tantísimas modificaciones que, de aprobarse, cambiaría la estructura política, social, laboral, fiscal, previsional, estatal, etcétera. Un cambio de rumbo tan rápido como impensado tiempo atrás (de hecho, Milei irrumpe en la política en 2021). La respuesta de una parte de la sociedad fueron cacerolazos, movilizaciones y el llamado a un paro de la CGT para el próximo 24 de enero.

 En el plano provincial, el gobernador Martín Llaryora consiguió los votos en la Unicameral para subir el aporte de los empleados activos de la provincia para aliviar el déficit de la Caja de Jubilaciones y mejorar las prestaciones de Apross (por ende, recorta el salario un 5%). La respuesta de los sindicatos fue parar por 24 horas y prometer un plan de lucha continuado en el tiempo. También hubo detenciones y represión en una marcha contra el DNU de Milei días atrás.

 Y en el plano local, si bien la administración de Eduardo Accastello no tuvo manifestaciones ni reclamos de la sociedad en los primeros días de gobierno, sí hubo manifestaciones en el centro y el Concejo Deliberante de quienes rechazan las políticas del Presidente Milei. Accastello recibió una deuda de la administración anterior que supera los 7 mil millones de pesos. Por ahora el diálogo y los consensos priman entre las fuerzas políticas y los representantes del poder legislativo para sortear este difícil momento económico y financiero heredado de la gestión Martín Gill. 

 Todo es tan vertiginoso que ni siquiera nos acordamos de los discursos de asunción. Nadie espero un día para tomar decisiones, se sucedieron una detrás de otra. El oficialismo nacional quiere bajar el gasto público y achicar el Estado en tiempo récord, con decretos y leyes que -a priori- colisionan con la institucionalidad del país; la oposición habla de inconstitucionalidad y anuncia rechazos en el Congreso, en la Justicia y en las calles. 

 Mientras tanto la inmensa mayoría intenta sobrevivir con un sueldo o jubilación que se devalúa minuto a minuto, con precios imparables y unas fiestas de fin de año con poco que celebrar a la luz de los acontecimientos. Se va un 2023 cargados de elecciones y profundización de la crisis económica. Llega un 2024 que no promete ser mejor, más bien todo lo contrario, con conflictividad social y política en aumento. Milei ganó las elecciones y tiene la responsabilidad de generar expectativas en la población de un tiempo mejor. El famoso segundo semestre. Eligió el camino más corto, vía DNU, ley ómnibus y medidas de shock. Casi que es un todo o nada en un periodo muy corto de tiempo.

 Sectores empresarios apoyan las decisiones del Presidente y piden mayores desregulaciones. Trabajadores y movimientos sociales reclaman exactamente todo lo contrario. Sectores medios oscilan entre el apoyo y la crítica. Todo ocurre en tan poco tiempo que nadie podría saber qué pasará en enero (o sea, la semana que viene). A este ritmo, ni las vacaciones servirán para relajar la cabeza y el cuerpo. Argentina es todo lo que está bien y todo lo que está mal en un solo lugar y en un mismo tiempo. Es diciembre, el mes de los conflictos. Una marca registrada argenta.

Martín Alexis Alanis