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Agroecología y Bioindicadores para un modelo productivo sustentable

La biodiversidad, o bien, la totalidad de especies de organismos vivos presentes en el planeta, es tan necesaria para el equilibrio del medio ambiente, como para la continuidad de los modelos agropecuarios. El riesgo ambiental que ocasionan estas actividades fue el puntapié para el desarrollo de la Agroecología, que busca equilibrar entre una producción sustentable con la preservación del entorno natural. Y a los efectos de determinar cuál es ese riesgo, los Bioindicadores se posicionan como herramientas naturales que reúnen información precisa para rediseñar, entre otras cosas, los esquemas productivos. 

Actualmente los sistemas agrícolas contemplan extensas superficies, donde antes había ecosistemas que autorregulaban su equilibrio natural de especies vegetales y animales. El uso intensivo de pesticidas y la actividad productiva erosionaron ese entorno silvestre, generando pérdida de nutrientes y biodiversidad. Esto llevó paradójicamente a utilizar insumos químicos que fortalecieran el perfil de esos suelos, pero con menor diversidad de especies. 

En este contexto surge la Agroecología, como herramienta para frenar el impacto de la actividad sin dejar de generarla, considerando que es la base productiva del modelo económico actual. 


Su enfoque pretende desarrollar estrategias que transformen la estructura y función de los ahora llamados agroecosistemas, para optimizar los procesos ecológicos, manteniendo la (agro)biodiversidad.  Esto no desmerece, sino que se complementa, con la aplicación de las Buenas Prácticas Agrícolas (BPA), que establecen procesos sostenibles y sustentables de siembra, cosecha y pos cosecha. 

Entre los beneficios que aportan los agroecosistemas se encuentra el mantenimiento de la fertilidad de los suelos, regulación de plagas, acción de polinizadores, mantenimiento de la flora y fauna silvestre, mayor absorción de carbono, regulación del ciclo hidrológico, por mencionar algunos.

Una herramienta muy útil y complementaria a la agroecología son los Bioindicadores; organismos vivos que presentan características con gran sensibilidad al estrés sufrido por el ambiente, reaccionando con alteraciones en su morfología, capacidad reproductiva, densidad poblacional, entre otros. Su ventaja se asienta en la reacción anticipada a la acumulación de contaminantes, frente a otros parámetros físico químicos empleados en el monitoreo ambiental. Además, brindan información sobre el efecto de tales variables sobre los seres vivos.


Según el ecosistema que se desee analizar existen bioindicadores del aire, agua, suelo, urbanos y marinos. Algunos ejemplos de ellos son los líquenes, bacterias, lombrices, aves silvestres, abejas, anfibios y peces. 

Estas especies se emplean en los programas de biomonitoreo o vigilancia ambiental para cualquier entorno natural, en los que se desarrolla una evaluación integral sobre cómo responden tales organismos a los factores nocivos (estresores) que afectan directamente la calidad del medioambiente y los ecosistemas.

De esta manera, se puede rediseñar un sistema agropecuario para convertirlo en un agroecosistema, que compatibilice el paisaje natural con el modelo productivo. Para esto, en primera instancia se realiza un estudio integral, detectando qué especies pueden servir como bioindicadores y a partir de su empleo determinar el nivel de riesgo ambiental. Luego se diagraman estrategias que permitan progresivamente establecer el nuevo agroecosistema.  Finalmente, los bioindicadores formarán parte del monitoreo que permita efectuar un seguimiento sobre la evolución de este esquema; evaluando la productividad, estabilidad y capacidad de recupero. 


La agrobiodiversidad será la nueva matriz donde se combine la diversidad biológica y cultural, entendiendo al paisaje como una matriz compleja, donde cada especie cuenta y cumple una función específica; y al modelo de producción como un proceso de obtención de alimentos que trabaje a conciencia del entorno natural. 

Biol. Soledad Santa Cruz

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